Chevalier Maurice : Cantante y actor francés

Chevalier, Maurice : Cantante y actor francés (1888-1972). Ha actuado en cine: El desfile del amor (1927)

Chiang Ching-Kuo : Presidente de Taiwan (1909-1988), hijo del general Chiang Kai-chek

Chiang Kai-chek : (según la transcripción actual, Jiang Jieshi). Político y general chino (1887-1975). Jefe del gobierno nacionalista (1927), luchó primero contra los comunistas y luego contra los japoneses. Tras la victoria del ejército rojo de Mao (1949) se trasladó a Taiwan, presidiendo dictatorialmente hasta su muerte

Childeberto : Nombre de tres reyes merovingios: - I, hijo de Clodoveo, rey de París (511) y de Borgoña (534); ¦ - II (570-97), rey de Austrasia (576); rey de Borgoña (593). ¦ - III el Justo (h. 683-711); durante su reinado ostentó el poder Pipino de Héristal

Childerico : Nombre de tres reyes merovingios: - I (h. 436-481), rey desde el 458. ¦ - II (h. 653-673), rey de Austrasia (660) y de Neustria (670). ¦ - III (h. 714-755), rey desde el 743

Steve Jobs. La biografía En los mostradores de madera de la entrada


Steve Jobs. La biografía
En los mostradores de madera de la entrada, cargados con catálogos embutidos en carpetas desvencijadas, la gente regateaba el precio de interruptores, resistencias, condensadores y, en ocasiones, los chips de memoria más avanzados. Su padre solía hacerlo con los componentes de los coches, y obtenía buenos
resultados porque conocía el valor de las piezas mejor que los propios dependientes. Jobs imitó su ejemplo. Desarrolló un vasto conocimiento sobre componentes electrónicos que se complementó con su afición a regatear y así ganarse un dinero. El joven iba a mercadillos de material electrónico, tales como la feria de intercambio de San José, regateaba para hacerse con una placa base usada que contuviera algunos chips o componentes valiosos, y después se los vendía a su supervisor en Haltek.
Jobs consiguió su primer coche, con la ayuda de su padre, a la edad de quince años. Era un Nash Metropolitan bicolor que su padre había equipado con un motor de MG. A Jobs no le gustaba demasiado, pero no quería decírselo a su padre, ni perder la oportunidad de tener su propio coche. «Al volver la vista atrás, puede que un Nash Metropolitan parezca el coche más enrollado posible —declararía posteriormente—, pero en aquel momento era el cacharro menos elegante del mundo. Aun así, se trataba de un coche, y eso era genial». En cuestión de un año había ahorrado suficiente con sus distintos trabajos como para poder pasarse a un Fiat 850 cupé rojo con motor Abarth. «Mi padre me ayudó a montarlo y a revisarlo. La satisfacción de recibir un salario y ahorrar para conseguir un objetivo fueron muy emocionantes».
Ese mismo verano, entre su segundo y tercer años de instituto en Homestead, Jobs comenzó a fumar marihuana. «Me coloqué por primera vez ese verano. Tenía quince años, y desde entonces comencé a consumir hierba con regularidad». En una ocasión su padre encontró algo de droga en el Fiat de su hijo. «¿Qué es esto?», preguntó. Jobs contestó con frialdad: «Es marihuana». Fue una de las pocas ocasiones en toda su vida en que tuvo que afrontar el enfado de su padre. «Aquella fue la única bronca de verdad que tuve con mi padre», declararía. Pero Paul volvió a someterse a su voluntad. «Quería que le prometiera que no iba a fumar hierba nunca más, pero yo no estaba dispuesto a hacerlo». De hecho, en su cuarto y último año también tonteó con el LSD y el hachís, además de explorar los alucinógenos efectos de la privación de sueño. «Estaba empezando a colocarme con más frecuencia. También probábamos el ácido de vez en cuando, normalmente en descampados o en el coche».
Durante aquellos dos últimos años de instituto también floreció intelectualmente y se encontró en el cruce de caminos, tal y como él había comenzado a verlo, entre quienes se encontraban obsesivamente inmersos en el mundo de la electrónica y los que se dedicaban a la literatura o a tareas más creativas. «Comencé a escuchar
mucha más música y empecé a leer más cosas que no tuvieran que ver con la ciencia y la tecnología (Shakespeare, Platón). Me encantaba El rey Lear». Otras obras favoritas suyas eran Moby Dick y los poemas de Dylan Thomas. Le pregunté por qué se sentía atraído por el rey Lear y el capitán Ahab, dos de los personajes más obstinados y tenaces de la literatura, pero él no pareció entender la conexión que yo estaba planteando, así que lo dejé estar. «Cuando me encontraba en el último año del instituto tenía un curso genial de literatura inglesa avanzada. El profesor era un señor que se parecía a Ernest Hemingway. Nos llevó a algunos de nosotros a practicar el senderismo por la nieve en Yosemite».
Una de las clases a las que asistía Jobs pasó a convertirse en parte de la tradición de Silicon Valley: el curso de electrónica impartido por John McCollum, un ex piloto de la marina que poseía el encanto de un hombre del espectáculo a la hora de despertar el interés de sus alumnos con trucos tales como prender fuego con
una bobina de Tesla. Su pequeño almacén, cuya llave les prestaba a sus estudiantes favoritos, estaba abarrotado de transistores y otras piezas que había ido acumulando. Tenía una habilidad impresionante para explicar las teorías electrónicas, asociarlas a aplicaciones prácticas, tales como la forma de conectar resistencias y condensadores en serie y en paralelo, y después utilizar esa información para construir amplificadores y radios.
La clase de McCollum se impartía en un edificio similar a una cabaña situado en un extremo del campus, junto al aparcamiento. «Aquí estaba —comentó Jobs mientras miraba por la ventana—, y aquí, en la puerta de al lado, es donde solía estar la clase de mecánica del automóvil». La yuxtaposición subraya el cambio de
intereses con respecto a la generación de su padre. «El señor McCollum pensaba que la clase de electrónica era la nueva versión de la mecánica del automóvil».
McCollum creía en la disciplina militar y en el respeto a la autoridad. Jobs no. Su aversión a la autoridad era algo que ya ni siquiera trataba de ocultar, y mostraba una actitud que combinaba una intensidad áspera y extraña con una rebeldía distante. «Normalmente se quedaba en un rincón haciendo cosas por su cuenta, y lo cierto es que no quería mezclarse mucho conmigo ni con nadie más de la clase», señaló más tarde McCollum. El profesor nunca le confió una llave del almacén. Un día, Jobs necesitó una pieza que no tenían allí en aquel momento, así que llamó a cobro revertido al fabricante, Burroughs, de Detroit, y le informó de que estaba diseñando un producto nuevo y de que quería probar aquella pieza. Le llegó por correo aéreo unos días más tarde. Cuando McCollum le preguntó cómo lo había conseguido, Jobs detalló, con orgullo desafiante, los pormenores de la llamada a cobro revertido y de la historia que había inventado. «Yo me puse furioso —afirmó McCollum—. No quería que mis alumnos se comportaran así». La respuesta de Jobs fue: «Yo no tengo dinero para hacer la llamada, pero ellos tienen un montón».
Jobs solo asistió durante un año a las clases de McCollum, en lugar de durante los tres que se ofrecían. Para uno de sus proyectos construyó un aparato con una célula fotovoltaica que activaba un circuito cuando se exponía a la luz, nada de particular para cualquier estudiante de ciencias en sus años de instituto. Le interesaba mucho más jugar con rayos láser, algo que había aprendido de su padre. Junto con algunos a amigos, creó espectáculos de música y sonido destinados a fiestas, con rayos láser que rebotaban en espejos colocados sobre los altavoces de su equipo de música.
Fuente: Steve Jobs. La biografía
Walter Isaacson
Traducción de
David González-Iglesias González/Torreclavero
www.megustaleer.com

Sally Fox


Sally Fox
La Revolución industrial produjo un nuevo tipo de
telares que necesitaban de un algodón especial y
muy resistente por lo que la gran variedad de algodones
 de diferentes colores y resistencias que hasta entonces
existían fueron extinguiéndose dando paso a lo que
podemos llamarun monocultivo de algodón blanco.
Sally Fox volvió a descubrir una cantidad pequeña
de semillas marrones del algodón en 1982. Fox
comenzó a investigar hasta crear un algodón coloreado
 de fibra larga, comercialmente viable (mejor para los
telares de hoy). La invención se llama FoxFibre. En
1989, fundó la Natural Cotton Colours, Inc. donde
Fox continúa investigando.
Fuente: Mujeres Inventoras
Raquel Barcos Reyero
Eulalia Pérez Sedeño
Para más información sobre éstas y otras inventoras:
http://inventors.about.com/ library/ blwomeninventors.htm

Calderón Guardia Rafael : Político costarricense

Calderón Guardia, Rafael : Político costarricense (1900-1970). Presidente de la Republica (1940-1944)

Calderón Sol, Armando : Político conservador salvadoreño. Elegido presidente de la Republica en 1994.

Caldwell, Erskine : Novelista estadounidense (1903-1987). La ruta del tabaco.

Calígula : (Cayo Julio César Germánico). Tercer emperador romano (12-41 d. C.). Sucedió a Tiberio en el 37 d.C. y se apoyó en el pueblo contra el Senado. Famoso por su crueldad; murió asesinado.

Calímaco de Cirene : Poeta griego (h. 310-240 a. C.). En su poema Las Causas relata el origen de conocidos mitos y cultos

Steve Jobs Por aquel entonces


Steve Jobs
Por aquel entonces, sus bromas solían incluir elementos de electrónica. En cierta ocasión instaló altavoces por toda la casa. Sin embargo, como los altavoces también pueden utilizarse como micrófonos, construyó una sala de control en su armario donde podía escuchar lo que ocurría en otras habitaciones. Una noche, mientras tenía puestos los auriculares y estaba escuchando lo que ocurría en el dormitorio de sus padres, su padre lo pilló, se enfadó y le exigió que desmantelara el sistema. Pasó muchas tardes en el garaje de Larry Lang, el ingeniero que vivía en la calle de su antigua casa. Lang acabó por regalarle a Jobs el micrófono de carbón que tanto lo fascinaba, y le mostró el mundo de los kits de la compañía Heath, unos lotes de piezas para montar y construir radios artesanales y otros aparatos electrónicos que por aquella época causaban furor entre los soldadores. «Todas las piezas de los kits de Heath venían con un código de colores, pero el manual también te explicaba la teoría de cómo funcionaba todo —apuntó Jobs—. Te hacía darte cuenta de que podías construir y comprender cualquier cosa. Una vez que montabas un par de
radios, veías un televisor en el catálogo y decías: “Seguro que también puedo construir algo así”, aunque no supieras cómo. Yo tuve mucha suerte, porque, cuando era niño, tanto mi padre como aquellos juegos de montaje me hicieron creer que podía construir cualquier cosa».
Lang también lo introdujo en el Club de Exploradores de Hewlett-Packard, una reunión semanal de unos quince estudiantes en la cafetería de la compañía los martes por la noche. «Traían a un ingeniero de uno de los laboratorios para que nos hablara sobre el campo en el que estuviera trabajando —recordaba Jobs—. Mi padre me llevaba allí en coche. Aquello era el paraíso. Hewlett-Packard era una pionera en los diodos de emisión de luz, y allí hablábamos acerca de lo que se podía hacer con ellos». Como su padre ahora trabajaba para una compañía de láseres, aquel tema le interesaba especialmente. Una noche, arrinconó a uno de los ingenieros de láser de Hewlett-Packard tras una de las charlas y consiguió que lo llevara a dar una vuelta por el laboratorio de holografía. Sin embargo, el recuerdo más duradero se originó cuando vio todos los ordenadores de pequeño tamaño que estaba desarrollando la compañía. «Allí es donde vi por primera vez un ordenador de sobremesa. Se llamaba 9100A y no era más que una calculadora con pretensiones, pero también el primer ordenador de sobremesa auténtico. Resultaba inmenso, puede que pesara casi veinte kilos, pero era una belleza y me enamoró».
A los chicos del Club de Exploradores se les animaba a diseñar proyectos, y Jobs decidió construir un frecuencímetro, que mide el número de pulsos por segundo de una señal electrónica. Necesitaba algunas piezas que fabricaban en Hewlett-Packard, así que agarró el teléfono y llamó al consejero delegado. «Por aquel entonces, la gente no retiraba sus números del listín, así que busqué a Bill Hewlett, de Palo Alto, y lo llamé a su casa. Contestó y estuvimos charlando durante unos veinte minutos. Me consiguió las piezas, pero también me consiguió un trabajo en la planta en la que fabricaban frecuencímetros». Jobs trabajó allí el verano siguiente a su primer año en el instituto Homestead. «Mi padre me llevaba en coche por las mañanas y pasaba a recogerme por las tardes».
Su trabajo consistía principalmente en «limitarme a colocar tuercas y tornillos en aparatos» en una línea de montaje. Entre sus compañeros de cadena había cierto resentimiento hacia aquel chiquillo prepotente que había conseguido el puesto tras llamar al consejero delegado. «Recuerdo que le contaba a uno de los supervisores: “Me encanta esto, me encanta”, y después le pregunté qué le gustaba más a él. Y su respuesta fue: “A mí, follar, follar”». A Jobs le resultó más sencillo congraciarse con los ingenieros que trabajaban un piso por encima del suyo. «Servían café y rosquillas todas las mañanas a las diez, así que yo subía una planta y pasaba el rato con ellos».
A Jobs le gustaba trabajar. También repartía periódicos —su padre lo llevaba en coche cuando llovía—, y durante su segundo año de instituto pasó los fines de semana y el verano como empleado de almacén en una lóbrega tienda de electrónica, Haltek. Aquello era para la electrónica lo mismo que los depósitos de chatarra de su padre para las piezas de coche: un paraíso de los buscadores de tesoros que se extendía por toda una manzana con componentes nuevos, usados, rescatados y sobrantes apretujados en una maraña de estantes, amontonados sin clasificar en cubos y apilados en un patio exterior. «En la parte trasera, junto a la bahía, había una zona vallada con materiales como, por ejemplo, partes del interior de submarinos Polaris que habían sido desmantelados para venderlos por piezas —comentó—.
Todos los controles y los botones estaban allí mismo. Eran de tonos militares, verdes y grises, pero tenían un montón de interruptores y bombillas de color ámbar y rojo. Había algunos de esos grandes y viejos interruptores de palanca que producían una sensación increíble al activarlos, como si fueras a hacer estallar todo Chicago».
Fuente: Steve Jobs. La biografía
Walter Isaacson
Traducción de
David González-Iglesias González/Torreclavero
www.megustaleer.com

Quetzalcóatl, dios tolteca y azteca, y soberano legendario de México

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