Steve Jobs. La biografía
EL REED COLLEGE
Diecisiete años antes, sus padres habían hecho una
promesa al adoptarlo: el chico iba a ir a la universidad. Así
pues, habían trabajado
duramente y ahorrado con tesón para crear un fondo
destinado a sus estudios, que era modesto pero suficiente en el momento
de su
graduación. Sin embargo, Jobs, más obstinado
incluso que antes, no se lo puso fácil. Al principio
consideró la posibilidad de no ir a la
universidad. «Creo que me habría dirigido a Nueva
York si no hubiera ido a la universidad», reflexionó,
cavilando sobre lo diferente que
podría haber sido su mundo (y quizá el de todos
nosotros) de haber seguido ese camino. Cuando sus padres lo presionaron
para que se
matriculara en una universidad, respondió con una actitud
pasivo-agresiva. Descartó los centros académicos de su
estado, como Berkeley,
donde se encontraba Woz, a pesar del hecho de que habrían sido
más asequibles. Tampoco sopesó la posibilidad de
Stanford, que se
encontraba carretera arriba y que probablemente podría ofrecerle
una beca. «Los chicos que iban a Stanford ya sabían lo que
querían hacer
—señala—. No eran personas realmente artísticas. Yo
quería algo que fuera más artístico e
interesante».
Contemplaba una única opción: el Reed College, un centro
privado de humanidades situado en Portland, en el estado de
Oregón, y uno de
los más caros del país.
Jobs se encontraba visitando a Woz en Berkeley cuando su padre le
llamó para informarle de que acababa de llegar la carta de
admisión de
Reed, y trató de convencerlo para que no fuera
allí. Lo mismo hizo su madre. Ambos argumentaron que costaba
mucho más de lo que
podían permitirse. A lo que su hijo respondió con un
ultimátum. Si no podía ir a Reed, les dijo, entonces no
iría a ninguna parte. Ellos
cedieron, como de costumbre.
Reed contaba únicamente con mil estudiantes, la mitad que el
instituto Homestead. Era un centro conocido por promover un estilo de
vida
algo hippy y liberal fuerte contraste con sus estrictos
estándares académicos y su exigente plan de estudios.
Cinco años antes, Timothy
Leary, el gurú de la iluminación
psicodélica, se había sentado cruzado de piernas en los
terrenos del Reed College en una de las paradas de
la gira universitaria de su Liga para el Descubrimiento Espiritual
(LSD, en sus siglas en inglés), y había pronunciado un
célebre discurso:
«Al igual que cualquier gran religión del pasado, tratamos
de encontrar la divinidad interior... Estas antiguas metas se definen
con una
metáfora del presente: enchúfate, sintoniza,
abandónalo todo». Muchos de los estudiantes de Reed se
tomaron en serio las tres premisas.
La tasa de abandono de los estudios durante la década de 1970 fue de más de un tercio del total.
En el otoño de 1972, cuando llegó la hora de
matricularse, sus padres lo llevaron en coche hasta Portland, pero en
otro de sus pequeños
actos de rebeldía se negó a permitirles entrar en
el campus. De hecho, se abstuvo incluso de despedirse o darles las
gracias. Cuando
posteriormente repasó aquel momento, lo hacía con
un arrepentimiento poco característico en él:
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Esta es una de las cosas de mi vida de las que de verdad me
avergüenzo. No fui demasiado amable, y herí sus
sentimientos, cosa que no
debería haber hecho. Se habían esforzado mucho para
asegurarse de que pudiera llegar hasta allí, y yo no los
quería a mi lado. No quería
que nadie supiera que tenía padres. Quería ser como un
huérfano que hubiera estado dando vueltas por todo el
país en tren y hubiera
aparecido de la nada, sin raíces, sin conexiones, sin pasado.
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A finales de 1972, cuando Jobs llegó a Reed, se produjo un
cambio fundamental en la vida universitaria de Estados Unidos. La
implicación
del país en la guerra de Vietnam y los reclutamientos que
aquello conllevaba estaban comenzando a remitir. El activismo
político en las
universidades fue menguando, y en muchas conversaciones a altas
horas de la noche en las residencias universitarias, el tema fue
sustituido
por un interés por las vías de realización
personal. Jobs se vio profundamente influido por una serie de libros
sobre espiritualidad e
iluminación, principalmente Be Here Now («Estate
aquí ahora»), una guía sobre la meditación y
las maravillas de las drogas psicodélicas
de Baba Ram Dass, cuyo nombre de pila era Richard Alpert. «Era
profundo —declaró Jobs—. Nos transformó a mí y a
muchos
de mis amigos».
El más cercano de aquellos amigos era otro estudiante de primer
año con la barba rala llamado Daniel Kottke, que conoció
a Jobs una
semana después de su llegada a Reed y que compartía su
afición por el pensamiento zen, Dylan y el ácido. Kottke,
que provenía de un
acomodado barrio residencial de Nueva York, era un chico listo pero
poco apasionado, con una actitud hippy y dulce que se suavizaba
aún más debido a su interés por el budismo.
Esa búsqueda espiritual le había llevado a rechazar las
posesiones materiales, pero aun así
quedó impresionado con el reproductor de casetes de Jobs.
«Steve tenía un magnetófono de TEAC y cantidades
ingentes de cintas pirata
de Dylan —recuerda Kottke—. Era un tipo muy cool y estaba a la última».
Fuente: Steve Jobs. La biografía
Walter Isaacson
Traducción de
David González-Iglesias González/Torreclavero
www.megustaleer.com