Steve Jobs. La biografía
El Apple II
El amanecer de una nueva era
UN PAQUETE INTEGRADO
Cuando Jobs salió del recinto de la feria, se
dio cuenta de que Paul Terrell, de la Byte Shop , tenía razón: los ordenadores
personales debían venir en un paquete completo. Decidió que el siguiente Apple
necesitaba tener su buena carcasa, un teclado conectado y estar totalmente
integrado, desde la fuente de alimentación hasta el software pasando por la
pantalla. «Mi objetivo era crear el primer ordenador completamente preparado
—recordaba—. Ya no estábamos tratando de llegar a un puñado de aficionados a la
informática a los que les gustaba montar sus propios ordenadores, y comprar
transformadores y teclados. Por cada uno de ellos había un millar de personas
deseosas de que la máquina estuviera lista para funcionar».
En su habitación de hotel, ese puente del Día
del Trabajo de 1976 Wozniak trabajaba en el prototipo del nuevo aparato —que
pasó a llamarse Apple II—, el que Jobs esperaba que los llevara a un nuevo
nivel. Solo sacaron el prototipo en una ocasión, a altas horas de la noche,
para probarlo en un proyector de televisión en color de una de las salas de
conferencias. Wozniak había descubierto una ingeniosa manera de hacer que los
chips empleados generasen colores, y quería saber si funcionaría proyectado
sobre una pantalla como las del cine. «Supuse que un proyector tendría un
circuito de colores diferente que bloquearía el método diseñado por mí —
comentó—. Pero conecté el Apple II a aquel proyector y funcionó perfectamente».
Mientras iba tecleando, aparecieron líneas y volutas llenas de color en la
pantalla situada en el otro extremo de la sala. La única persona ajena a Apple
que vio aquel primer prototipo fue un empleado del hotel. Aseguró que, después
de haberleechado un vistazo a todas las máquinas, esa era la que él se
compraría.
Para producir el Apple II completo hacían
falta importantes cantidades de capital, así que consideraron la posibilidad de
venderle los derechos a una compañía de mayor tamaño. Jobs fue a ver a Al
Alcorn y le pidió que le dejara presentar el producto a los directores de
Atari. Organizó una reunión con el presidente de la compañía, Joe Keenan, que
era mucho más conservador que Alcorn y Bushnell. «Steve se dispuso a
presentarle el producto, pero Joe no podía soportarlo — recordaba Alcorn—. No
le hizo gracia la higiene de Steve». Jobs, que iba descalzo, en un momento dado
puso los pies encima de la mesa. «¡No solo no vamos a comprar este cacharro
—gritó Keenan—, sino que vas a quitar los pies de mi mesa!». Alcorn recuerda
que pensó: «Bueno, se acabó lo que se daba».
En septiembre Chuck Peddle, de la compañía de
ordenadores Commodore, visitó la casa de Jobs para una presentación del
producto. «Abrimos el garaje de Steve para que entrase la luz del sol, y él
llegó vestido con traje y un sombrero de vaquero», recordaba Wozniak. A Peddle
le encantó el Apple II, y montó una presentaciónpara sus jefes unas semanas más
tarde en la sede central de Commodore. «Es probable que queráis comprarnos por
unos cuantos cientos de miles de dólares», afirmó Jobs cuando llegaron allí.
Wozniak recuerda que quedó desconcertado ante aquella «ridícula» sugerencia,
pero Jobs se mantuvo en sus trece. Los jefazos de Commodore llamaron unos días
más tarde para informarles de su decisión: les resultaría más barato construir
sus propias máquinas. A Jobs aquello no le sentó mal.
Había inspeccionado las instalaciones de
Commodore y había sacado la conclusión de que sus jefes «no tenían buena
pinta». Wozniak no lamentó el dinero perdido, pero su sensibilidad de ingeniero
se vio herida cuando la compañía sacó al mercado el Commodore PET nueve meses
más tarde. «Aquello me puso algo enfermo — afirmó—. Habían sacado un producto
que, por las prisas, era una basura. Podrían haber tenido a Apple».
Aquel breve coqueteo con Commodore sacó a la
superficie un conflicto potencial entre Jobs y Wozniak: ¿estaba realmente
igualada la aportación de ambos a Appley lo que debían obtener a cambio? Jerry
Wozniak, que valoraba a los ingenieros muy por encima de los empresarios y los
vendedores, pensaba que la mayor parte delos beneficios debían corresponder a
su hijo. Y así se lo dijo a Jobs cuando este fue a verle a su casa. «No te
mereces una mierda —acusó a Jobs—. Tú no has producido nada». Jobs comenzó a
llorar, lo que no resultaba inusual. Nunca había sido, ni sería, partidario de
contener sus emociones. Jobs le dijo a Wozniak que estaba dispuesto a disolver
la sociedad. «Si no vamos al cincuenta por ciento —le dijo a su amigo— puedes
quedarte con todo». Wozniak, sin embargo, comprendíamejor que su padre la
simbiosis entre ambos. Si no hubiera sido por Jobs, tal vez seguiría en las
reuniones del Homebrew Club, repartiendo gratis los esquemas de sus circuitos.
Era Jobs quien había convertido su genio obsesivo en un negocio floreciente, al
igual que había hecho con la caja azul. Estuvo de acuerdo en que debían seguir
siendo socios.
Aquella fue una decisión inteligente. Lograr
que el Apple II tuviera éxito requería algo más que las increíbles habilidades
de Wozniak como diseñador de circuitos.
Sería necesario comercializarlo como un
producto completamente integrado y listo para el consumidor, y aquella era
tarea de Jobs.
Comenzó por pedirle a su antiguo compañero Ron
Wayne que diseñara una carcasa. «Supuse que no tenían dinero, así que preparé
una que no necesitaba herramientas y que podía fabricarse en cualquier taller
de metalistería», comentó. Su diseño requería una carcasa de plexiglás sujeta
con tiras metálicas y una puertadeslizante que cubría el teclado.
A Jobs no le gustó. Quería un diseño sencillo
y elegante, que esperaba que diferenciara al Apple de las demás máquinas, con
sus toscas cubiertas grises y metálicas.
Mientras rebuscaba por los pasillos de
electrodomésticos de una tienda Macy’s, quedó sorprendido por los robots de
cocina de la marca Cuisinart. Decidió que quería una carcasa elegante y ligera
moldeada en plástico, así que, durante una de las reuniones del Homebrew Club,
le ofreció a un asesor local, Jerry Manock, 1.500dólares por diseñar una.
Manock, que no se fiaba de Jobs por su aspecto, pidió el dinero por adelantado.
Jobs se negó, pero Manock aceptó el trabajo de todas formas. En unas semanas
había creado una sencilla carcasa de plástico moldeado sobre espuma que no
parecía nada recargada y que irradiaba simpatía. Jobs estaba encantado.
El siguiente paso era la fuente de
alimentación. Los obsesos de la electrónica digital como Wozniak le prestaban
poca atención a algo tan analógico y mundano, pero
Jobs sabía que aquel era un componente clave.
Concretamente, lo que se proponía —una constante durante toda su carrera— era
suministrar electricidad sin que hiciera falta un ventilador. Los ventiladores
de los ordenadores no eran nada zen. Suponían una distracción. Jobs se pasó por
Atari para discutirlo con Alcorn, familiarizado con las viejas instalaciones
eléctricas. «Al me remitió a un tipo brillante llamado Rod Holt, un marxista y
fumador empedernido que había pasado por muchos matrimonios y que era experto
en todo», recordaba Jobs. Al igual que Manock y muchos otros al encontrarse con
Jobs por primera vez, Holt le echó un vistazo y se mostró escéptico. «Soy
caro», aseguró. Jobs sabía que aquello merecería la pena, y le hizo ver que el
dinero no era un problema. «Sencillamente, me embaucó para que trabajara para
él», comentó Holt. Acabaría trabajando para Apple a tiempo completo.
En lugar de una fuente de alimentación lineal
convencional, Holt construyó una versión conmutada como la que se utiliza en
los osciloscopios y otros instrumentos.
Fuente: Steve Jobs. La biografía
Walter Isaacson
Traducción de David González-Iglesias
González/Torreclavero