Steve Jobs. La biografía
EL NACIMIENTO DE APPLE
Ahora que habían decidido crear una empresa,
necesitaban un nombre. Jobs había vuelto a la All One Farm, donde podó
los manzanos de la variedad Gravenstein, y Wozniak fue a recogerlo al
aeropuerto. Durante el camino de regreso a Los Altos, estuvieron barajando
varias opciones. Consideraron algunas palabras típicas del mundo tecnológico,
como «Matrix», algunos neologismos, como «Executek», y algunos nombres que eran
directamente aburridísimos, como «Personal Computers Inc.». La fecha límite
para la decisión era el día siguiente, momento en el que Jobs quería comenzar a
tramitar el papeleo. Al final, Jobs propuso «Apple Computer». «Yo estaba
siguiendo una de mis dietas de fruta —explicaría— y acababa de volver del
huerto de manzanos. Sonaba divertido, enérgico y nada intimidante.“Apple”
limaba las asperezas de la palabra “Computer”. Además, con aquel nombre
adelantaríamos a Atari en el listín telefónico». Le dijo a Wozniak que si no se
les ocurría un nombre mejor antes del día siguiente por la tarde, se quedarían
on
«Apple». Y eso hicieron.
«Apple». Era una buena elección. La palabra
evocaba al instante simpatía y sencillez. Conseguía ser a la vez poco
convencional y tan normal como un trozo de tarta. Tenía una pizca de aire
contracultural, de desenfado y de regreso a la naturaleza, y aun así no había
nada que pudiera ser más americano que una manzana. Y las dos palabras juntas
—«Apple Computer»— ofrecían una graciosa disyuntiva. «No tiene mucho sentido
—afirmó Mike Markkula, que poco después se convirtió en el primer presidente de
la nueva compañía—, así que obliga a tu cerebro a hacerse a la idea. ¡Las
manzanas y los ordenadores no son algo que pueda combinarse! Así que aquello
nos ayudó a forjar una imagen de marca».
Wozniak todavía no estaba listo para
comprometerse a tiempo completo. En el fondo era un hombre entregado a la Hewlett-Packard , o
eso creía, y quería conservar su puesto de trabajo allí. Jobs se dio cuenta de
que necesitaba un aliado que le ayudara a ganarse a Wozniak y que tuviera un
voto de calidad en caso de empate o desacuerdo, así que llamó a su amigo Ron
Wayne, el ingeniero de mediana edad de Atari que tiempo atrás había fundado una
empresa de máquinas recreativas.
Wayne sabía que no sería fácil convencer a
Wozniak para que abandonara Hewlett-Packard, pero aquello tampoco era necesario
a corto plazo. La clave estaba en convencerlo de que sus diseños de ordenadores
serían propiedad de la sociedad Apple. «Woz tenía una actitud paternalista
hacia los circuitos que desarrollaba, y quería ser capaz de utilizarlos para
otras aplicaciones o de dejar que Hewlett-Packard los empleara —apuntó Wayne—.
Jobs y yo nos dimos cuenta de que esos circuitos serían el núcleo de Apple.
Pasamos dos horas celebrando una mesa redonda en mi casa, y fui capaz de
convencer a Woz para que lo aceptara». Su argumento era el de que un gran
ingeniero solo sería recordado si se aliaba con un gran vendedor, y aquello
exigía que dedicara sus
diseños a aquella empresa. Jobs quedó tan impresionado
y agradecido que le ofreció a Wayne un 10 % de las acciones de la nueva
compañía, lo cual lo convertía dentro de Apple en una especie de equivalente al
quinto Beatle. Y lo que es más importante, en alguien capaz de deshacer un
empate si Jobs y Wozniak no lograban ponerse de acuerdo acerca de algún tema.
«Eran muy diferentes, pero formaban un potente
equipo», afirmó Wayne. En ocasiones daba la impresión de que Jobs estaba
poseído por demonios, mientras que Woz parecía un chico inocente cuyas acciones
estuvieran guiadas por ángeles. Jobs tenía una actitud bravucona que lo ayudaba
a conseguir sus objetivos, normalmente manipulando a otras personas. Podía ser
carismático e incluso fascinante, pero también frío y brutal. Wozniak, por otra
parte, era tímido y socialmente incompetente, lo que le hacía transmitir una
dulzura infantil. Y Jobs añadió: «Woz es muy brillante en algunos campos, pero
era casi como uno de esos sabios autistas, porque se quedaba paralizado cuando
tenía que tratar con desconocidos. Formábamos una buena pareja». Ayudaba el
hecho de que a Jobs le maravillaba la habilidad ingenieril de Wozniak y a
Wozniak le fascinaba el sentido empresarial de Jobs. «Yo nunca quería tratar
con los demás o importunar a otras personas, pero Steve podía llamar a gente a
la que no conocía y conseguir que hicieran cualquier cosa —dijo Wozniak—.
Podía ser brusco con aquellos a quienes no
consideraba inteligentes, pero nunca fue grosero conmigo, ni siquiera en los
años posteriores, en los que quizá yo no podía responder a algunas preguntas
con la exactitud que él deseaba».
Incluso después de que Wozniak accediera a que
su nuevo diseño para un ordenador se convirtiera en propiedad de la sociedad
Apple, sintió que debía ofrecérselo primero a Hewlett-Packard, puesto que
trabajaba allí. «Creía que era mi deber informar a Hewlett-Packard acerca de lo
que había diseñado mientras trabajaba para ellos —afirmó Wozniak—. Aquello era
lo correcto y lo más ético». Así pues, se lo presentó a su jefe y a los socios
mayoritarios de la empresa en la primavera de 1976. El socio principal quedó
impresionado —y parecía encontrarse ante un dilema—, pero al final dijo que
aquello no era algo que Hewlett-Packard pudiera desarrollar. Aquel era un
producto para aficionados a la electrónica, al menos por el momento, y no
encajaba en el segmento de mercado de alta calidad al que ellos se dedicaban.
«Me decepcionó —recordaba Wozniak—, pero ahora ya era libre para pasar a formar
parte de Apple».
El 1 de abril de 1976, Jobs y Wozniak acudieron
al apartamento de Wayne, en Mountain View, para redactar los estatutos de la
empresa. Wayne aseguró tener alguna experiencia «con la documentación legal»,
así que redactó el texto de tres páginas él mismo. Su dominio de la jerga legal
acabó por inundarlo todo. Los párrafos comenzaban con florituras varias:
«Hácese notar en el presente escrito... Conste además en el documento
presente... Ahora el precitado [sic], teniendo en consideración las respectivas
asignaciones de los intereses habidos...». Sin embargo, la división de las
participaciones y de los beneficios estaba clara (45, 45, 10 %), y quedó
estipulado que cualquier gasto por encima de los 100 dólares requeriría el
acuerdo de al menos dos de los socios.
Además, se definieron las responsabilidades de
cada uno. «Wozniak debía asumir la responsabilidad principal y general del
departamento de ingeniería electrónica; Jobs asumiría la responsabilidad
general del departamento de ingeniería electrónica y el de marketing, y Wayne
asumiría la responsabilidad principal del departamento de ingeniería mecánica y
documentación». Jobs firmó con letra minúscula, Wozniak con una cuidadosa
cursiva y Wayne con un garabato ilegible.
Entonces Wayne se echó atrás. Mientras Jobs
comenzaba a planear cómo pedir préstamos e invertir más dinero, recordó el
fracaso de su propia empresa.
No quería pasar de nuevo por todo aquello.
Jobs y Wozniak no tenían bienes muebles, pero Wayne (que temía la llegada de un
apocalipsis financiero) guardaba el dinero bajo el colchón. Al haber constituido
Apple como una sociedad comercial simple y no como una corporación, los socios
era personalmente responsables de las deudas contraídas, y Wayne temía que los
potenciales acreedores fueran tras él. Así, once días más tarde regresó a la
oficina de la administración del condado de Santa Clara con una «declaración de
retiro» y una enmienda al acuerdo de la sociedad. «En virtud de una
reevaluación de los términos acordados por y
entre todas las partes —comenzaba—, Wayne dejará por la presente declaración de
participar en calidad de “Socio”». El escrito señalaba que, en pago por su 10 %
de la compañía, recibiría 800 dólares, y poco después otros 1.500.
Si se hubiera quedado y mantenido su
participación del 10 %, a finales del año 2010 habría contado con una cantidad
de aproximadamente 2.600 millones de dólares. En lugar de ello, en ese momento
vivía solo en una pequeña casa de la población de Pahrump, en Nevada, donde
jugaba a las máquinas tragaperras y vivía gracias a los cheques de la seguridad
social. Afirma que no lamenta sus actos. «Tomé la mejor decisión para mí en
aquel momento — señaló—. Los dos eran un auténtico torbellino, y sabía que mi
estómago no estaba listo para aquella aventura».
Poco después de firmar la creación de Apple,
Jobs y Wozniak subieron juntos al estrado para realizar una presentación en el
Homebrew Computer Club.
Wozniak mostró una de sus placas base recién
fabricadas y describió el microprocesador, los 8 kilobytes de memoria y la
versión de BASIC que había escrito. También puso especial énfasis en lo que
llamó el factor principal: «Un teclado que pueda ser utilizado por un ser
humano, en lugar de un panel frontal absurdo y críptico con un montón de luces
e interruptores». Entonces llegó el turno de Jobs. Señaló que el Apple, a diferencia
del Altair, ya tenía todos los componentes esenciales integrados. Entonces
planteó una pregunta desafiante: ¿cuánto estaría la gente dispuesta a pagar por
una máquina tan maravillosa? Intentaba hacerles ver el increíble valor del
Apple. Aquella era una floritura retórica que utilizaría en las presentaciones
de sus productos a lo largo de las siguientes décadas.
Fuente: Steve Jobs. La biografía
Walter Isaacson
Traducción de
David González-Iglesias González/Torreclavero
www.megustaleer.com