Calvo Sotelo, José : Político español

Calvo Sotelo, José  :  Político español (1893-1936). Ministro de Hacienda (1925-1930) bajo la dictadura del general Primo de Rivera. Su asesinato (13 de julio de 1936) a manos de un grupo de guardias de asalto incontrolados, se considera el detonante más inmediato del alzamiento del 18 de julio

Calvo Sotelo, Leopoldo  :  Político español (1926-    ). Miembro de UCD y ministro con C. Arias Navarro y A. Suárez. Presidente del gobierno de 1981 a 1982

Cam  :  Uno de los tres hijos de Noé, fundador de la estirpe de los camitas, sgún la genealogía de la Biblia.

Camacho Guizado, Eduardo  :  Crítico y novelista colombiano (1937-    ). La elegía funeral en la poesía española, José Asunción Silva, Sobre la raya


Camacho Guizado, Ricardo  :  Director de teatro colombiano  (1946-    ). Fundador del Teatro Libre de Bogotá

Churriguera : Familia de arquitectos y escritores españoles

Chueca, Federico  :  Compositor español (1846-1908). La Gran Vía; La alegría de la huerta

Churchill, Winston  :  Estadista británico (1874-1965). Ingresó en el ejército en 1895. En 1911 fue nombrado primer lord del Almirantazgo, puesto que abandonó (1915) tras el fracaso del desembarco en los Dardanelos, durante la primera Guerra Mundial. Nuevamente ministro en varias ocasiones. Al estallar la segunda Guerra Mundial (1939) entró a formar parte del gobierno y desde mayo de 1940 hasta julio de 1945 fue primer ministro. Primer ministro otra vez (1951-1955). Premio Nóbel de Literatura (1953). La segunda Guerra Mundial (memoria). Historia de los pueblos de habla inglesa

Churriguera  :  Familia de arquitectos y escritores españoles de los siglos xvii y xviii, que han dado nombre a una fase del barroco español (churrigueresco). José Benito (1665-1725) trabajó en Madrid y Salamanca y proyectó el Nuevo Baztán, cerca de Madrid. Su hermano Alberto (1676-1740) es autor de la fachada de la catedral de Valladolid y de la Plaza Mayor de Salamanca

Ciaxeres  :  Rey de los medos (633-584 a. C.); aliado con el rey de Babilonia, Nabopolasar, destruyó el imperio asirio (612)

Cibeles  :  Mitología Diosa asiática de la Tierra y de la fecundidad, que los romanos llamaron Rea,  también Gran Madre de los Dioses.


Eiffel, Alexandre-Gustave

Eiffel, Alexandre-Gustave  :  Ingeniero francés (1832-1923). Construyó en París, para la Exposición Universal de 1889, la torre -, completamente de hierro, de 300 m. de altura.

Eigen, Manfred  :  Físico alemán (1927-    ). Estudió las reacciones química ultrarrápidas. Premio Nóbel de Física 1967

Einstein, Albert  :  Físico y matemático alemán (1879-1955). Se graduó en física en el Instituto Politécnico de Zurich (1900) y en 1905 publicó tres trabajos de fundamental importancia para la física moderna: en el primero, que le habría de valer el Premio Nobel de Física 1921, explicaba el efecto fotoeléctrico (fotoelectricidad); en el segundo estudiaba las relaciones existentes entre masa y energía, estableciendo la famosa ecuación E = mc2; en el tercero, sentaba las bases de la teoría de la relatividad restringida, de consecuencias revolucionarias para la física moderna. En 1916 expuso la teoría de la relatividad generalizada. Privado de la nacionalidad al. por el gobierno nazi, a causa de su origen semítico, se refugió en EE.UU. Trabajó en el Instituto de Estudios de Princeton hasta 1945. E v.b.t

Eisenhower, Dwight David  :  General y estadista estadounidense (1890-1969). Durante la segunda Guerra Mundial dirigió el desembarco en África del N y fue comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa occid. Candidato republicano, fue elegido presidente de EE.UU. (1952-1956 y 1956-1960). Concluyó el armisticio en Corea


Eisenstein, Serguéi Mijáilovich  :  Director cinematográfico ruso (1898-1948), uno de los valores más relevantes de la historia del séptimo arte. El acorazado Potiomkin (1925); Octubre (1928); Iván el Terrible (1944-1946)

Nelson Mandela Parte 10 - Despedida institucional y segundo matrimonio




3.4. Despedida institucional y segundo matrimonio
Y es que las previsiones sucesorias las había activado Mandela el 7 de julio de 1996 con el anuncio de que renunciaba a presentarse en 1999 a la reelección presidencial, que la Constitución le permitía, y de que propondría a Mbeki para tomar las riendas del partido y el Gobierno. La transferencia de la presidencia ejecutiva del ANC y la proclamación de la candidatura a presidente de la República se produjeron el 18 de diciembre de 1997 en la 50ª Conferencia Nacional, celebrada en Mafikeng, Provincia del Noroeste. 

A partir de este momento, Mbeki fungió como un jefe del Gobierno de facto, a medida que Mandela iba alejándose del ejercicio rutinario del poder y destinaba gran parte de su tiempo a la actividad internacional en su sentido más amplio y a cumplir con su papel simbólico de padre de la nación, mediante giras, visitas y actos de dimensiones humana y moral. 

Su vida privada inició también una nueva andadura. Divorciado de Winnie de común acuerdo el 19 de marzo de 1996, el presidente escogió el día de su 80 cumpleaños, el 18 de julio de 1998, para contraer terceras nupcias en Johannesburgo con Graça Simbine Machel, de 52 años, viuda del antiguo presidente mozambiqueño Samora Machel, a la que había conocido en Maputo en 1990 y que era su compañera sentimental, que se supiera, desde 1996. La mozambiqueña era madre de cuatro hijos, dos de ellos adoptados. 

La más pura tradición tribal imperó en las bambalinas de estos esponsales: el clan de Machel cobró una copiosa dote al novio, quien en las negociaciones prenupciales estuvo representado por el soberano de los thembu, el rey Buyelekhaya Zwelibanzi Dalindyebo, el cual era nieto del regente Jongintaba Dalindyebo, el padrino que había concertado el matrimonio no deseado al joven Mandela hacía más de medio siglo. 

En la primavera de 1999 el presidente realizó una vibrante gira nacional de despedida, en la que aleccionó a su pueblo en un sentido moral, aunque tampoco se privó de hacer diagnósticos negativos sobre una "sociedad enferma" incapaz de librarse de las lacras de la violencia y el sectarismo. 


4. UN REFERENTE INTERNACIONAL DE PRIMER ORDEN; LA PACIFICACIÓN DEL CONTINENTE 


4.1. Normalización de las relaciones con el exterior 

Con Mandela a su frente, Sudáfrica removió sus últimos estigmas internacionales. Las sanciones multilaterales de índole económica y comercial ya habían sido levantadas gradualmente desde 1991, a medida que la comunidad internacional comprobaba que la transición democrática progresaba sin posibilidad de vuelta atrás. El último castigo, el embargo de armas impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU en 1977 -con bien poca eficacia-, fue revocado el 25 de mayo de 1994. 

En las semanas y meses posteriores a la transferencia del poder el 10 mayo de 1994 se produjeron los retornos de Sudáfrica a la Commonwealth (1 de junio) y a la Asamblea General de Naciones Unidas (23 de junio), así como los ingresos en la Organización para la Unidad Africana (23 de mayo), el Movimiento de países No Alineados (31 de mayo) y la Comunidad de Desarrollo de África del Sur, SADC (30 de agosto). 

En marzo de 1995 Mandela recibió en Ciudad del Cabo a la reina 
Isabel II de Inglaterra y en marzo de 1998 el estadounidense Bill Clinton protagonizó otra visita histórica. 

Durban fue la sede de la XII Cumbre trienal del MNA en septiembre de 1998. En aquella ocasión, Mandela fue elegido presidente de turno de la organización para lo que le quedaba de mandato y declaró que su país tenía intención de mantener unas buenas relaciones con todos los estados, incluidos los que figuraban en la lista negra de Estados Unidos. 

El mandatario se desplazó a las principales capitales mundiales, participó en numerosas citas multilaterales y aceptó invitaciones especiales a cumbres de organizaciones de las que su país no era miembro, como el Consejo Europeo de Cardiff de junio de 1998, donde sin embargo no se logró firmar el acuerdo comercial que Sudáfrica venía negociando con la Unión Europea, y la XIV Cumbre presidencial del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en Ushuaia, Argentina. 
3.4. Despedida institucional y segundo matrimonio
Y es que las previsiones sucesorias las había activado Mandela el 7 de julio de 1996 con el anuncio de que renunciaba a presentarse en 1999 a la reelección presidencial, que la Constitución le permitía, y de que propondría a Mbeki para tomar las riendas del partido y el Gobierno. La transferencia de la presidencia ejecutiva del ANC y la proclamación de la candidatura a presidente de la República se produjeron el 18 de diciembre de 1997 en la 50ª Conferencia Nacional, celebrada en Mafikeng, Provincia del Noroeste. 

A partir de este momento, Mbeki fungió como un jefe del Gobierno de facto, a medida que Mandela iba alejándose del ejercicio rutinario del poder y destinaba gran parte de su tiempo a la actividad internacional en su sentido más amplio y a cumplir con su papel simbólico de padre de la nación, mediante giras, visitas y actos de dimensiones humana y moral. 

Su vida privada inició también una nueva andadura. Divorciado de Winnie de común acuerdo el 19 de marzo de 1996, el presidente escogió el día de su 80 cumpleaños, el 18 de julio de 1998, para contraer terceras nupcias en Johannesburgo con Graça Simbine Machel, de 52 años, viuda del antiguo presidente mozambiqueño Samora Machel, a la que había conocido en Maputo en 1990 y que era su compañera sentimental, que se supiera, desde 1996. La mozambiqueña era madre de cuatro hijos, dos de ellos adoptados. 

La más pura tradición tribal imperó en las bambalinas de estos esponsales: el clan de Machel cobró una copiosa dote al novio, quien en las negociaciones prenupciales estuvo representado por el soberano de los thembu, el rey Buyelekhaya Zwelibanzi Dalindyebo, el cual era nieto del regente Jongintaba Dalindyebo, el padrino que había concertado el matrimonio no deseado al joven Mandela hacía más de medio siglo. 

En la primavera de 1999 el presidente realizó una vibrante gira nacional de despedida, en la que aleccionó a su pueblo en un sentido moral, aunque tampoco se privó de hacer diagnósticos negativos sobre una "sociedad enferma" incapaz de librarse de las lacras de la violencia y el sectarismo. 


4. UN REFERENTE INTERNACIONAL DE PRIMER ORDEN; LA PACIFICACIÓN DEL CONTINENTE 


4.1. Normalización de las relaciones con el exterior 

Con Mandela a su frente, Sudáfrica removió sus últimos estigmas internacionales. Las sanciones multilaterales de índole económica y comercial ya habían sido levantadas gradualmente desde 1991, a medida que la comunidad internacional comprobaba que la transición democrática progresaba sin posibilidad de vuelta atrás. El último castigo, el embargo de armas impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU en 1977 -con bien poca eficacia-, fue revocado el 25 de mayo de 1994. 

En las semanas y meses posteriores a la transferencia del poder el 10 mayo de 1994 se produjeron los retornos de Sudáfrica a la Commonwealth (1 de junio) y a la Asamblea General de Naciones Unidas (23 de junio), así como los ingresos en la Organización para la Unidad Africana (23 de mayo), el Movimiento de países No Alineados (31 de mayo) y la Comunidad de Desarrollo de África del Sur, SADC (30 de agosto). 

En marzo de 1995 Mandela recibió en Ciudad del Cabo a la reina 
Isabel II de Inglaterra y en marzo de 1998 el estadounidense Bill Clinton protagonizó otra visita histórica. 

Durban fue la sede de la XII Cumbre trienal del MNA en septiembre de 1998. En aquella ocasión, Mandela fue elegido presidente de turno de la organización para lo que le quedaba de mandato y declaró que su país tenía intención de mantener unas buenas relaciones con todos los estados, incluidos los que figuraban en la lista negra de Estados Unidos. 

El mandatario se desplazó a las principales capitales mundiales, participó en numerosas citas multilaterales y aceptó invitaciones especiales a cumbres de organizaciones de las que su país no era miembro, como el Consejo Europeo de Cardiff de junio de 1998, donde sin embargo no se logró firmar el acuerdo comercial que Sudáfrica venía negociando con la Unión Europea, y la XIV Cumbre presidencial del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en Ushuaia, Argentina. 

Nelson Mandela Parte 9



3.2. Modelo económico mixto pobre en resultados
Al mismo tiempo, el ANC encontró compatible su definición socialista con la preservación del sistema capitalista y la economía de libre mercado, hasta el punto de inaugurar una nada acomplejada campaña de privatizaciones y liquidación de monopolios del Estado. 

Gracias a las privatizaciones, numerosos dirigentes y activistas del partido, empezando por Ramaphosa (que empezó a ser denostado por sus antiguos camaradas del COSATU y a recibir acusaciones de "traición" a causa de ello), descubrieron su faceta de avezados hombres de negocios dados a ostentar. Todos ellos se lucraron en el proceso, con las insuperables ventajas que ofrecía ser primero los diseñadores de las reglas del juego y a continuación los adjudicatarios preferentes en los repartos del pastel del Estado. 

La Estrategia Macroeconómica de Crecimiento, Empleo y Redistribución, más conocida como el programa GEAR, publicada en junio de 1996, recogía un conjunto de actuaciones ortodoxas (política monetaria antiinflacionista, disciplina fiscal, presupuestos prudentes) que apuntaban a un ajuste estructural de la economía sudafricana. 

En cuanto a una reforma agraria de resabio socialista que repartiera tierras productivas a los campesinos a gran escala y acabara con el monopolio blanco a corto o medio plazo, ni siquiera fue contemplada. En los medios izquierdistas no tardaron en escucharse expresiones de decepción y de enfado por el abandono de las metas más ambiciosas de justicia social, y por la emergencia de una nueva élite de privilegiados negros indiferentes a las penurias de sus hermanos de raza. 

El oficialismo congresista, sólidamente instalado en el Gobierno y el NEC, a la vez que preservaba y potenciaba el sector privado, apostó por unas políticas públicas vigorosas que hicieran posible la distribución de la renta nacional, la corrección de las abismales diferencias sociales y económicas en función de la raza y, sin proclamarlo abiertamente, para no dar pábulo a acusaciones de elitismo, la creación de una burguesía y una clase media negras liberadas de mentalidad asistencial y dispuestas a luchar por una parcela de riqueza en un contexto competitivo. 

El partido reconoció que, si bien la mayoría negra había conquistado el poder político, la sudafricana continuaba siendo una sociedad racialmente dividida, con la función pública, la Policía, las Fuerzas Armadas y la judicatura aún copadas por los blancos. En octubre de 1998 la Asamblea aprobó la Ley de Equidad en los Empleos, que se fundaba en el principio de la affirmative action, o discriminación positiva, en favor de los no blancos, aunque al finalizar la legislatura sus disposiciones seguían sin entrar en vigor. 

En conjunto, el ANC impartió unas directrices que tanto podían ser calificadas de socialdemócratas, por el papel central reservado al Estado en la mejora de los estándares de vida de las extensísimas capas de población pobre que nutrían su electorado, como de social-liberales o directamente liberales, al conceder grandes facilidades al capital corporativo e introducir desregulaciones, inclusive en el mercado laboral. En este sentido, Mandela, al igual que Mbeki, se mostró más –por no decir, únicamente- reformista que revolucionario, y más gradualista que expeditivo. 

Comparadas con las elevadas expectativas sociales alumbradas en 1994, las actuaciones del Gobierno en este terreno dejaron al final del quinquenio un panorama de claroscuros, predominando seguramente la segunda tonalidad. 

Llegada la hora de la partida de Mandela, se trazó un balance agridulce del compromiso con la emancipación socioeconómica de la mayoría negra, pues si bien esta había mejorado un tanto su situación con la extensión de los servicios sociales en los populosos barrios marginales y el surgimiento de una incipiente clase media, los blancos, que constituían menos del 14% de la población, seguían regentando la práctica totalidad del sistema financiero y el mundo de los negocios. En este sentido, las políticas de equidad y redistributivas, cuyo verdadero desarrollo iba a competir a futuras administraciones, apenas hicieron notar sus efectos positivos. 

Además, en los dos últimos años de la presidencia de Mandela, la producción económica creció por debajo del ritmo demográfico. La acusada flojera del PIB sudafricano, explicada por la caída del precio del oro y la falta de inversiones foráneas, y que no dejó de ser paradójica, luego de ser levantados todos los embargos y boicots internacionales que pesaban sobre Sudáfrica, unida a las reconversiones y las privatizaciones industriales, agravó el paro, que alcanzó niveles exorbitantes. En 1999, no menos de 35% de la población activa estaba desocupada; la tasa no iba sino a aumentar en los años siguientes. 

A mayor abundamiento en este repertorio de asignaturas pendientes, el Gobierno de Mandela fue incapaz de contener la explosión de una violencia paulatinamente despolitizada y relacionada con la delincuencia común, fenómeno que suele azotar a todas las sociedades recién salidas de una confrontación civil y que en el caso de Sudáfrica se entremezcló con nuevas e inquietantes formas de extremismo. La ola de criminalidad producía, en números redondos, 25.000 asesinatos y 50.000 violaciones al año, en un país de 39 millones de habitantes. 

Otro de los grandes débitos achacados al Gobierno de Mandela afectó a la lucha contra el sida, pandemia que en Sudáfrica registraba unas cifras escalofriantes. Pese a activarse un Plan Nacional, un Comité Inter-Departamental (IDC), un Comité Inter-Ministerial (IMC) y un Partenariado sobre el sida y el virus HIV, las políticas públicas para combatir la enfermedad estuvieron muy a la zaga de los avances médicos. La estrategia nacional contra el sida fue ampliamente tachada de incoherente e inefectiva por los trabajadores sanitarios y las ONG. 
3.2. Modelo económico mixto pobre en resultados
Al mismo tiempo, el ANC encontró compatible su definición socialista con la preservación del sistema capitalista y la economía de libre mercado, hasta el punto de inaugurar una nada acomplejada campaña de privatizaciones y liquidación de monopolios del Estado. 

Gracias a las privatizaciones, numerosos dirigentes y activistas del partido, empezando por Ramaphosa (que empezó a ser denostado por sus antiguos camaradas del COSATU y a recibir acusaciones de "traición" a causa de ello), descubrieron su faceta de avezados hombres de negocios dados a ostentar. Todos ellos se lucraron en el proceso, con las insuperables ventajas que ofrecía ser primero los diseñadores de las reglas del juego y a continuación los adjudicatarios preferentes en los repartos del pastel del Estado. 

La Estrategia Macroeconómica de Crecimiento, Empleo y Redistribución, más conocida como el programa GEAR, publicada en junio de 1996, recogía un conjunto de actuaciones ortodoxas (política monetaria antiinflacionista, disciplina fiscal, presupuestos prudentes) que apuntaban a un ajuste estructural de la economía sudafricana. 

En cuanto a una reforma agraria de resabio socialista que repartiera tierras productivas a los campesinos a gran escala y acabara con el monopolio blanco a corto o medio plazo, ni siquiera fue contemplada. En los medios izquierdistas no tardaron en escucharse expresiones de decepción y de enfado por el abandono de las metas más ambiciosas de justicia social, y por la emergencia de una nueva élite de privilegiados negros indiferentes a las penurias de sus hermanos de raza. 

El oficialismo congresista, sólidamente instalado en el Gobierno y el NEC, a la vez que preservaba y potenciaba el sector privado, apostó por unas políticas públicas vigorosas que hicieran posible la distribución de la renta nacional, la corrección de las abismales diferencias sociales y económicas en función de la raza y, sin proclamarlo abiertamente, para no dar pábulo a acusaciones de elitismo, la creación de una burguesía y una clase media negras liberadas de mentalidad asistencial y dispuestas a luchar por una parcela de riqueza en un contexto competitivo. 

El partido reconoció que, si bien la mayoría negra había conquistado el poder político, la sudafricana continuaba siendo una sociedad racialmente dividida, con la función pública, la Policía, las Fuerzas Armadas y la judicatura aún copadas por los blancos. En octubre de 1998 la Asamblea aprobó la Ley de Equidad en los Empleos, que se fundaba en el principio de la affirmative action, o discriminación positiva, en favor de los no blancos, aunque al finalizar la legislatura sus disposiciones seguían sin entrar en vigor. 

En conjunto, el ANC impartió unas directrices que tanto podían ser calificadas de socialdemócratas, por el papel central reservado al Estado en la mejora de los estándares de vida de las extensísimas capas de población pobre que nutrían su electorado, como de social-liberales o directamente liberales, al conceder grandes facilidades al capital corporativo e introducir desregulaciones, inclusive en el mercado laboral. En este sentido, Mandela, al igual que Mbeki, se mostró más –por no decir, únicamente- reformista que revolucionario, y más gradualista que expeditivo. 

Comparadas con las elevadas expectativas sociales alumbradas en 1994, las actuaciones del Gobierno en este terreno dejaron al final del quinquenio un panorama de claroscuros, predominando seguramente la segunda tonalidad. 

Llegada la hora de la partida de Mandela, se trazó un balance agridulce del compromiso con la emancipación socioeconómica de la mayoría negra, pues si bien esta había mejorado un tanto su situación con la extensión de los servicios sociales en los populosos barrios marginales y el surgimiento de una incipiente clase media, los blancos, que constituían menos del 14% de la población, seguían regentando la práctica totalidad del sistema financiero y el mundo de los negocios. En este sentido, las políticas de equidad y redistributivas, cuyo verdadero desarrollo iba a competir a futuras administraciones, apenas hicieron notar sus efectos positivos. 

Además, en los dos últimos años de la presidencia de Mandela, la producción económica creció por debajo del ritmo demográfico. La acusada flojera del PIB sudafricano, explicada por la caída del precio del oro y la falta de inversiones foráneas, y que no dejó de ser paradójica, luego de ser levantados todos los embargos y boicots internacionales que pesaban sobre Sudáfrica, unida a las reconversiones y las privatizaciones industriales, agravó el paro, que alcanzó niveles exorbitantes. En 1999, no menos de 35% de la población activa estaba desocupada; la tasa no iba sino a aumentar en los años siguientes. 

A mayor abundamiento en este repertorio de asignaturas pendientes, el Gobierno de Mandela fue incapaz de contener la explosión de una violencia paulatinamente despolitizada y relacionada con la delincuencia común, fenómeno que suele azotar a todas las sociedades recién salidas de una confrontación civil y que en el caso de Sudáfrica se entremezcló con nuevas e inquietantes formas de extremismo. La ola de criminalidad producía, en números redondos, 25.000 asesinatos y 50.000 violaciones al año, en un país de 39 millones de habitantes. 

Otro de los grandes débitos achacados al Gobierno de Mandela afectó a la lucha contra el sida, pandemia que en Sudáfrica registraba unas cifras escalofriantes. Pese a activarse un Plan Nacional, un Comité Inter-Departamental (IDC), un Comité Inter-Ministerial (IMC) y un Partenariado sobre el sida y el virus HIV, las políticas públicas para combatir la enfermedad estuvieron muy a la zaga de los avances médicos. La estrategia nacional contra el sida fue ampliamente tachada de incoherente e inefectiva por los trabajadores sanitarios y las ONG. 

Nelson Mandela Parte 8



3. EL MANDELA PRESIDENTE: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MULTIRRACIAL Y LA ASIGNATURA SOCIOECONÓMICA 
En Mandela recayeron todas las esperanzas de un pueblo que, si bien había conseguido la plenitud de derechos políticos, aún topaba con barreras, por el momento infranqueables, para su promoción social, educativa y profesional, y que, por encima de todo, ansiaba salir de su extremada postración económica. Los millones de habitantes de los guetos y los barrios de miseria que rodeaban Johannesburgo, Ciudad del Cabo, Durban y otras urbes habían esperado toda su vida este momento y la mayoría estaban dispuestos a esperar, con ilusionada paciencia, un poco más. 


3.1. Una democracia operativa

El presidente definió unas reglas de juego que equilibraban el dominio indiscutible del ANC con la cooperación y la concesión de parcelas de poder y responsabilidad a los demás partidos importantes, algunos de los cuales –particularmente, el Inkatha de Buthelezi- no eran aliados naturales y ni tan siquiera fácticos, sino sólo unos socios forzosos y necesarios, en aras del bien común. 

Con sensatez y realismo, Mandela confió al NP sectores clave de manera casi en exclusiva, como la dirección económica y la alta empresa, o en un régimen de cogestión, como la defensa y la seguridad interior. Con Mandela a su frente, el ANC renunció a ejercer el rodillo negro, tan temido por los antiguos amos del país, aunque también era cierto que la no tenencia de la mayoría absoluta de dos tercios en el Legislativo, requerida para aprobar reformas constitucionales, no era un estímulo para las hipotéticas tentaciones de hegemonía absoluta. 

En el quinquenio presidencial, el sistema político innegablemente funcionó: se aseguró el total respaldo internacional; implicó a las élites blancas, luego de calmar sus últimas aprensiones, en la normalización del país; desarmó dialécticamente, con más rapidez de lo esperado, a la extrema derecha racista, que se automarginó completamente del escenario político; y apaciguó a ojos vista –aunque no del todo- las tensiones violentas en la provincia de KwaZulu-Natal, luego de ir aceptando el IFP su posición secundaria en el nuevo orden político. 

El ANC asimiló los principios de la democracia parlamentaria más exquisita, permitiendo el normal funcionamiento de una verdadera oposición política (aunque sin posibilidad de alternancia por voluntad de la mayoría), una libertad de prensa que para sí quisieran algunos países europeos, un poder judicial independiente y el marco jurídico que brindaba una de las constituciones más progresistas del mundo. 
3. EL MANDELA PRESIDENTE: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MULTIRRACIAL Y LA ASIGNATURA SOCIOECONÓMICA 
En Mandela recayeron todas las esperanzas de un pueblo que, si bien había conseguido la plenitud de derechos políticos, aún topaba con barreras, por el momento infranqueables, para su promoción social, educativa y profesional, y que, por encima de todo, ansiaba salir de su extremada postración económica. Los millones de habitantes de los guetos y los barrios de miseria que rodeaban Johannesburgo, Ciudad del Cabo, Durban y otras urbes habían esperado toda su vida este momento y la mayoría estaban dispuestos a esperar, con ilusionada paciencia, un poco más. 


3.1. Una democracia operativa

El presidente definió unas reglas de juego que equilibraban el dominio indiscutible del ANC con la cooperación y la concesión de parcelas de poder y responsabilidad a los demás partidos importantes, algunos de los cuales –particularmente, el Inkatha de Buthelezi- no eran aliados naturales y ni tan siquiera fácticos, sino sólo unos socios forzosos y necesarios, en aras del bien común. 

Con sensatez y realismo, Mandela confió al NP sectores clave de manera casi en exclusiva, como la dirección económica y la alta empresa, o en un régimen de cogestión, como la defensa y la seguridad interior. Con Mandela a su frente, el ANC renunció a ejercer el rodillo negro, tan temido por los antiguos amos del país, aunque también era cierto que la no tenencia de la mayoría absoluta de dos tercios en el Legislativo, requerida para aprobar reformas constitucionales, no era un estímulo para las hipotéticas tentaciones de hegemonía absoluta. 

En el quinquenio presidencial, el sistema político innegablemente funcionó: se aseguró el total respaldo internacional; implicó a las élites blancas, luego de calmar sus últimas aprensiones, en la normalización del país; desarmó dialécticamente, con más rapidez de lo esperado, a la extrema derecha racista, que se automarginó completamente del escenario político; y apaciguó a ojos vista –aunque no del todo- las tensiones violentas en la provincia de KwaZulu-Natal, luego de ir aceptando el IFP su posición secundaria en el nuevo orden político. 

El ANC asimiló los principios de la democracia parlamentaria más exquisita, permitiendo el normal funcionamiento de una verdadera oposición política (aunque sin posibilidad de alternancia por voluntad de la mayoría), una libertad de prensa que para sí quisieran algunos países europeos, un poder judicial independiente y el marco jurídico que brindaba una de las constituciones más progresistas del mundo. 

Mary Kies Primera mujer norteamericana en conseguir una patente


Mary Kies
Primera mujer norteamericana en conseguir una patente
En 1790 la oficina de patentes abrió sus puertas para que cualquier persona,
hombre o mujer, protegiese su invención con una patente; pero en muchos estados las mujeres no podían poseer legalmente una patente independientemente de sus maridos, padres o hermanos por lo que muchos inventos de las mujeres no pudieron ser patentados o aparecen con el nombre de sus maridos. Hasta 1840 solamente
fueron publicadas 20 patentes de mujeres.
El 15 de mayo de 1809 Mary Dixon Kies se convirtió en la primera mujer estadounidense que obtenía una patente, independientemente de su marido. Natural de Connecticut, Kies inventó un proceso para tejer la paja con la seda, con lo que se convirtió en una gran precursora de la industria del sombrero. Desafortunadamente
su patente se perdió en el incendio de la Oficina de Patentes de 1836.
Fuente: Mujeres Inventoras
Raquel Barcos Reyero
Eulalia Pérez Sedeño
Para más información sobre éstas y otras inventoras:

http://inventors.about.com/ library/ blwomeninventors.htm  

ELÍ ELÍAS

ELÍ ELÍAS. Elías tisbita, oriundo probablemente de la aldea de Tisbet, en Galilea, era amigo de la vida al aire libre (2 Reyes 1:8) y gran corredor (1 Reyes 18:26). Predijo una sequía (1 Reyes 17:1) como castigo por la idolatría de Israel (1 Reyes 18:18). Durante esta sequía Elías fue alimentado por cuervos en el arroyo de Querit (1 Reyes 17:5-6) y cuando el arroyo se secó fue alimentado por una viuda (1 Reyes 17:10-16). En un desafío en el monte Carmelo, el profeta demostró que Jehová Dios, y no Baal, era el verdadero Dios (1 Reyes 18:20-39). Jezabel, esposa del rey Acab, procuró entonces matar a Elías, y éste huyó por el desierto hasta el monte Horeb, en donde Dios lo mantuvo cuarenta días y noches (1 Reyes 19:15-17). En el monte Horeb Dios, "en un silbo apacible", ordenó a Elías ungir a Hazael por rey de Siria, a Jehú por rey de Israel y a Eliseo como profeta suyo (1 Reyes 19:12-17). Igual que Enoc (Génesis 5:24), Elías fue trasladado al cielo sin pasar por la muerte.
Fuente: Mini biografías de grandes personajes bíblicos

Por Donald E. Demaray

Nelson Mandela parte 7



2.3. 1994, el año emblemático de la nueva Sudáfrica: gran victoria electoral del ANC, Gobierno de Unidad Nacional e investidura de Mandela en la Presidencia 
En vísperas de las elecciones generales, Mandela, junto con de Klerk, consiguió involucrar al renuente Buthelezi en el proceso democrático, ahorrando al país un boicot del partido zulú que probablemente habría desembocado en un baño de sangre y habría hecho que la era democrática naciera con mal pie. Tras arduas negociaciones, el Memorándum de paz y reconciliación entre el ANC, el IFP y el Gobierno fue firmado por los tres dirigentes el 19 de abril de 1994. 

Monitorizadas por los 2.500 miembros de la Misión de Observadores de Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA), las elecciones a la primera Asamblea Nacional multipartidista, con funciones de Asamblea Constituyente, se desarrollaron entre el 26 y el 28 de abril de 1994. 

En el segundo día de votaciones, el 27 de abril, entró en vigor la Constitución Interina, que entre otras transformaciones supuso la abolición de los diez bantustanes que poseían el estatus autónomo o semiindependiente, y por ende la reincorporación de sus territorios a la organización provincial. Las cuatro provincias tradicionales, El Cabo, Natal, Transvaal y el Estado Libre de Orange, fueron subdivididas para dar lugar a nueve provincias nuevas. A la vez, comenzó a ondear la nueva bandera nacional, diseñada por el vexilólogo autor también de la bandera de Namibia en 1990, con un diseño multicolor que simbolizaba la pluralidad racial de la "nación arco iris". 

Tal como se esperaba, el ANC, formando lista conjunta con su partido hermano, el SACP, obtuvo una victoria arrolladora, el 62,6% de los votos y 252 de los 400 escaños. El NP se hizo con el 20,4% de los votos y 82 escaños, unos resultados bastante meritorios y que de hecho excedían con creces el peso demográfico de los blancos. El IFP vino a continuación con el 10,5% de los sufragios y 43 asientos. Las votaciones a las nueve asambleas provinciales dibujaron una supremacía congresista incluso más acusada: el partido de Mandela se aseguró el control de todos los gobiernos provinciales salvo los de KwaZulu-Natal y el Cabo Occidental, retenidos respectivamente por el IFP y el NP. 

Mandela se congratuló por el desarrollo y los resultados de las elecciones con estas palabras: "La calma y la atmósfera de tolerancia que han prevalecido en las elecciones prefiguran el tipo de Sudáfrica que podemos construir. Establecen la tónica de cara al futuro. Podemos tener diferencias, pero somos un pueblo con un destino común en nuestra rica variedad de culturas, razas y tradiciones". 

El 6 de mayo Mandela desveló el grueso de la composición del Gobierno de Unidad Nacional (GUN) formado por el ANC, el NP y el IFP. En el Consejo de Ministros pasaban a compartir mesa prácticamente todas las personalidades partidistas que habían protagonizado la transición. Flanqueando a Mandela aparecían su mano derecha y a estas alturas, en tanto que presidente nacional del ANC, su heredero oficial, Thabo Mbeki, como vicepresidente primero de la República, y de Klerk, como vicepresidente segundo. 

De los 28 ministerios con cartera, el binomio ANC-SACP se quedó con 17, destacando las presencias de Alfred Nzo en Asuntos Exteriores, Joe Slovo en Vivienda y Asuntos Sociales, y Joe Modise en Defensa. Ramaphosa no ocupó un puesto en el Ejecutivo porque se reservó para la presidencia de la Asamblea Constituyente. La sensible cartera de Finanzas fue revalidada por el titular del Gobierno saliente, Derek Keys, mientras que la de Minas y Energía quedó en manos de su colega de partido Roelof Pik Botha, el liberal ministro de Exteriores con de Klerk 

Al acceder a que los blancos nacionalistas retuvieran estos dos importantes ministerios, Mandela transmitía el mensaje tranquilizador de que el nuevo Gobierno de mayoría negra acometería la reforma socioeconómica, esperada con gran ilusión por millones de sudafricanos pobres, desocupados y excluidos, sin revanchismos rencorosos ni radicalismos revolucionarios. 

El mismo criterio de oportunidad política presidió la entrega del Ministerio del Interior a Buthelezi, en la creencia de que el recalcitrante caudillo zulú, una vez revestido de responsabilidades nacionales, se vería obligado a templar los ánimos en KwaZulu-Natal, permitiendo reducir los niveles de violencia regional. Winnie Mandela no fue hecha miembro del Gabinete, pero sí del Gobierno, en calidad de viceministra de Artes, Cultura, Ciencia y Tecnología; antes de un año, Winnie, casi siempre problemática, iba a ser destituida por Mandela al hilo de unas acusaciones de corrupción. 

El 9 de mayo la Asamblea invistió a Mandela presidente de la República con mandato constitucional hasta 1999. En su discurso a la Cámara, el mandatario aseguró que: "Hoy estamos entrando en una nueva era para nuestro país y su pueblo. Hoy no celebramos la victoria de un partido, sino la victoria de todo el pueblo de Sudáfrica". 

Al día siguiente, en presencia de numerosos líderes mundiales y en un ambiente festivo y lleno de color, Mandela tomaba posesión del cargo en Pretoria junto con los vicepresidentes Mbeki y de Klerk. La mayoría de los ministros estrenaron sus despachos el 11 de mayo y el resto lo hizo dos días después. El histórico cambio de guardia se desarrolló en una atmósfera de euforia generalizada, vivido por las masas negras con un fervor prácticamente mesiánico. 

En su meditado discurso, probablemente el más importante de su dilatada trayectoria, Mandela dijo que: "Al margen de la experiencia de un desastre humano extraordinario que duró demasiado tiempo, debe nacer una sociedad de la que toda la humanidad pueda sentirse orgulloso (…) El tiempo para la curación de las heridas ha llegado. El momento de salvar los fosos que nos dividen ha llegado (…) Al final, hemos alcanzado nuestra emancipación política. Nos comprometemos a liberar a nuestro pueblo de la esclavitud continua de la pobreza, la privación, el sufrimiento, el sexismo y otras formas de discriminación", afirmó. 

Y también: "Dedicamos este día a todos los héroes y heroínas de este país y el resto de mundo que se sacrificaron de muchas maneras y entregaron sus vidas para que seamos libres. Sus sueños se han hecho realidad. La libertad es su recompensa (…) Debemos actuar juntos como un pueblo unido, para la reconciliación nacional, para la construcción de la nación, para el nacimiento de un nuevo mundo. Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos (…) Que nunca, nunca, nunca más esta bella tierra experimente de nuevo la opresión de unos por otros ni sufra la indignidad de ser el apestado del mundo". 

Steve Jobs. La biografía El Apple II


Steve Jobs. La biografía
El Apple II
El amanecer de una nueva era
UN PAQUETE INTEGRADO
Cuando Jobs salió del recinto de la feria, se dio cuenta de que Paul Terrell, de la Byte Shop, tenía razón: los ordenadores personales debían venir en un paquete completo. Decidió que el siguiente Apple necesitaba tener su buena carcasa, un teclado conectado y estar totalmente integrado, desde la fuente de alimentación hasta el software pasando por la pantalla. «Mi objetivo era crear el primer ordenador completamente preparado —recordaba—. Ya no estábamos tratando de llegar a un puñado de aficionados a la informática a los que les gustaba montar sus propios ordenadores, y comprar transformadores y teclados. Por cada uno de ellos había un millar de personas deseosas de que la máquina estuviera lista para funcionar».
En su habitación de hotel, ese puente del Día del Trabajo de 1976 Wozniak trabajaba en el prototipo del nuevo aparato —que pasó a llamarse Apple II—, el que Jobs esperaba que los llevara a un nuevo nivel. Solo sacaron el prototipo en una ocasión, a altas horas de la noche, para probarlo en un proyector de televisión en color de una de las salas de conferencias. Wozniak había descubierto una ingeniosa manera de hacer que los chips empleados generasen colores, y quería saber si funcionaría proyectado sobre una pantalla como las del cine. «Supuse que un proyector tendría un circuito de colores diferente que bloquearía el método diseñado por mí — comentó—. Pero conecté el Apple II a aquel proyector y funcionó perfectamente». Mientras iba tecleando, aparecieron líneas y volutas llenas de color en la pantalla situada en el otro extremo de la sala. La única persona ajena a Apple que vio aquel primer prototipo fue un empleado del hotel. Aseguró que, después de haberleechado un vistazo a todas las máquinas, esa era la que él se compraría.
Para producir el Apple II completo hacían falta importantes cantidades de capital, así que consideraron la posibilidad de venderle los derechos a una compañía de mayor tamaño. Jobs fue a ver a Al Alcorn y le pidió que le dejara presentar el producto a los directores de Atari. Organizó una reunión con el presidente de la compañía, Joe Keenan, que era mucho más conservador que Alcorn y Bushnell. «Steve se dispuso a presentarle el producto, pero Joe no podía soportarlo — recordaba Alcorn—. No le hizo gracia la higiene de Steve». Jobs, que iba descalzo, en un momento dado puso los pies encima de la mesa. «¡No solo no vamos a comprar este cacharro —gritó Keenan—, sino que vas a quitar los pies de mi mesa!». Alcorn recuerda que pensó: «Bueno, se acabó lo que se daba».
En septiembre Chuck Peddle, de la compañía de ordenadores Commodore, visitó la casa de Jobs para una presentación del producto. «Abrimos el garaje de Steve para que entrase la luz del sol, y él llegó vestido con traje y un sombrero de vaquero», recordaba Wozniak. A Peddle le encantó el Apple II, y montó una presentaciónpara sus jefes unas semanas más tarde en la sede central de Commodore. «Es probable que queráis comprarnos por unos cuantos cientos de miles de dólares», afirmó Jobs cuando llegaron allí. Wozniak recuerda que quedó desconcertado ante aquella «ridícula» sugerencia, pero Jobs se mantuvo en sus trece. Los jefazos de Commodore llamaron unos días más tarde para informarles de su decisión: les resultaría más barato construir sus propias máquinas. A Jobs aquello no le sentó mal.
Había inspeccionado las instalaciones de Commodore y había sacado la conclusión de que sus jefes «no tenían buena pinta». Wozniak no lamentó el dinero perdido, pero su sensibilidad de ingeniero se vio herida cuando la compañía sacó al mercado el Commodore PET nueve meses más tarde. «Aquello me puso algo enfermo — afirmó—. Habían sacado un producto que, por las prisas, era una basura. Podrían haber tenido a Apple».
Aquel breve coqueteo con Commodore sacó a la superficie un conflicto potencial entre Jobs y Wozniak: ¿estaba realmente igualada la aportación de ambos a Appley lo que debían obtener a cambio? Jerry Wozniak, que valoraba a los ingenieros muy por encima de los empresarios y los vendedores, pensaba que la mayor parte delos beneficios debían corresponder a su hijo. Y así se lo dijo a Jobs cuando este fue a verle a su casa. «No te mereces una mierda —acusó a Jobs—. Tú no has producido nada». Jobs comenzó a llorar, lo que no resultaba inusual. Nunca había sido, ni sería, partidario de contener sus emociones. Jobs le dijo a Wozniak que estaba dispuesto a disolver la sociedad. «Si no vamos al cincuenta por ciento —le dijo a su amigo— puedes quedarte con todo». Wozniak, sin embargo, comprendíamejor que su padre la simbiosis entre ambos. Si no hubiera sido por Jobs, tal vez seguiría en las reuniones del Homebrew Club, repartiendo gratis los esquemas de sus circuitos. Era Jobs quien había convertido su genio obsesivo en un negocio floreciente, al igual que había hecho con la caja azul. Estuvo de acuerdo en que debían seguir siendo socios.
Aquella fue una decisión inteligente. Lograr que el Apple II tuviera éxito requería algo más que las increíbles habilidades de Wozniak como diseñador de circuitos.
Sería necesario comercializarlo como un producto completamente integrado y listo para el consumidor, y aquella era tarea de Jobs.
Comenzó por pedirle a su antiguo compañero Ron Wayne que diseñara una carcasa. «Supuse que no tenían dinero, así que preparé una que no necesitaba herramientas y que podía fabricarse en cualquier taller de metalistería», comentó. Su diseño requería una carcasa de plexiglás sujeta con tiras metálicas y una puertadeslizante que cubría el teclado.
A Jobs no le gustó. Quería un diseño sencillo y elegante, que esperaba que diferenciara al Apple de las demás máquinas, con sus toscas cubiertas grises y metálicas.
Mientras rebuscaba por los pasillos de electrodomésticos de una tienda Macy’s, quedó sorprendido por los robots de cocina de la marca Cuisinart. Decidió que quería una carcasa elegante y ligera moldeada en plástico, así que, durante una de las reuniones del Homebrew Club, le ofreció a un asesor local, Jerry Manock, 1.500dólares por diseñar una. Manock, que no se fiaba de Jobs por su aspecto, pidió el dinero por adelantado. Jobs se negó, pero Manock aceptó el trabajo de todas formas. En unas semanas había creado una sencilla carcasa de plástico moldeado sobre espuma que no parecía nada recargada y que irradiaba simpatía. Jobs estaba encantado.
El siguiente paso era la fuente de alimentación. Los obsesos de la electrónica digital como Wozniak le prestaban poca atención a algo tan analógico y mundano, pero
Jobs sabía que aquel era un componente clave. Concretamente, lo que se proponía —una constante durante toda su carrera— era suministrar electricidad sin que hiciera falta un ventilador. Los ventiladores de los ordenadores no eran nada zen. Suponían una distracción. Jobs se pasó por Atari para discutirlo con Alcorn, familiarizado con las viejas instalaciones eléctricas. «Al me remitió a un tipo brillante llamado Rod Holt, un marxista y fumador empedernido que había pasado por muchos matrimonios y que era experto en todo», recordaba Jobs. Al igual que Manock y muchos otros al encontrarse con Jobs por primera vez, Holt le echó un vistazo y se mostró escéptico. «Soy caro», aseguró. Jobs sabía que aquello merecería la pena, y le hizo ver que el dinero no era un problema. «Sencillamente, me embaucó para que trabajara para él», comentó Holt. Acabaría trabajando para Apple a tiempo completo.
En lugar de una fuente de alimentación lineal convencional, Holt construyó una versión conmutada como la que se utiliza en los osciloscopios y otros instrumentos.
Fuente: Steve Jobs. La biografía
Walter Isaacson
Traducción de David González-Iglesias González/Torreclavero

Nelson Mandela Parte 5 - DE LA LIBERACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO: EL FINAL DEL APARTHEID 2.1. El régimen excarcela a Mandela



2. DE LA LIBERACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO: EL FINAL DEL APARTHEID

2.1. El régimen excarcela a Mandela 

El 5 de julio de 1989, en una reunión sin precedentes, Mandela fue invitado a tomar el té con Botha en su residencia presidencial en Ciudad del Cabo, la Tuynhuys. El encuentro, secreto como los anteriores, discurrió con cordialidad y, aunque no se llegó en él a ningún acuerdo sustancial, marcó el principio del deshielo. 

Semanas más tarde, el 15 de agosto, Botha, enfermo del corazón, cedía la Presidencia del país a quien ya venía encabezando el NP desde el mes de febrero, Frederik de Klerk. La subida al poder de de Klerk, un afrikáner conservador de pura cepa pero con una mentalidad mucho más abierta y pragmática que sus predecesores, supuso para Sudáfrica el comienzo de una era de reformas que terminó liquidando el apartheid. 

El 13 de diciembre de 1989 Mandela celebró con de Klerk el primero de tres encuentros preliminares para tratar su liberación, la cual tuvo lugar, rodeada de una enorme expectación mundial, el 11 de febrero de 1990. 

La histórica jornada aconteció nueve días después de recobrar el ANC la legalidad, a la par que el PAC, el SACP y el COSATU, tal como habían acordado las partes. Tras pasarse casi 28 años en prisión y desechar varias ofertas de libertad condicionada, Mandela, que se mostró sonriente y triunfal de la mano de Winnie, había conseguido la rehabilitación política para su causa, pero también una victoria personal. 

En Ciudad del Cabo, el excarcelado se dirigió a la multitud de esta manera: "Estoy ante vosotros no como un profeta sino como vuestro humilde servidor, pueblo. Vuestros infatigables y heroicos sacrificios han hecho posible que yo esté aquí hoy. Por lo tanto, dejo los restantes años de mi vida en vuestras manos (…) Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos permitir que el miedo se interponga en nuestro camino. El sufragio universal basado en un único padrón electoral en una Sudáfrica unida, democrática y no racista es el único camino hacia la paz y la armonía racial". 

En sus primeras declaraciones, tanto a la prensa como a la muchedumbre que le acogió en el estadio de Soweto, el líder congresista prodigó los mensajes de moderación y de cooperación con la compleja empresa política emprendida por de Klerk. Los llamamientos de Mandela no hallaron un eco uniforme en el campo negro nacionalista; así, los extremistas de izquierda del PAC siguieron apostando por la vía revolucionaria y el derrocamiento del poder blanco por la fuerza, por más que los hechos habían demostrado hasta la saciedad lo utópico de esa pretensión. 

Desde la derecha negra, Mandela también fue cuestionado. El 25 de febrero en Durban, en respuesta a las violencias desatadas en Natal por los zulúes del Partido Inkatha de la Libertad (IFP), el dirigente elevó un memorable llamamiento a la paz con estas palabras: "Esta lucha entre nosotros dilapida nuestra energía y destruye nuestra unidad. Tomad vuestras pistolas, vuestros cuchillos y vuestros machetes, y arrojadlos al mar. Cerrad las fábricas de la muerte. Acabad con esta guerra ahora". 

El 3 de marzo el partido elevó a Mandela a su antigua posición de vicepresidente ejecutivo, ocupada por última vez por Tambo en 1969 y que en las actuales circunstancias, con Tambo enfermo y hospitalizado en Suecia, convertía a su titular en el jefe de facto del partido. A finales de abril, el primer grupo de líderes congresistas y comunistas, formado por Alfred Nzo, 
Thabo Mbeki, Joe Modise, Joe Slovo (de raza blanca) y Ruth Mompati, regresó del exilio zambiano para reunirse con Mandela e integrar con él la delegación conjunta del ANC y el SACP en el primer cara a cara oficial con de Klerk y sus ministros. 2. DE LA LIBERACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO: EL FINAL DEL APARTHEID

2.1. El régimen excarcela a Mandela 

El 5 de julio de 1989, en una reunión sin precedentes, Mandela fue invitado a tomar el té con Botha en su residencia presidencial en Ciudad del Cabo, la Tuynhuys. El encuentro, secreto como los anteriores, discurrió con cordialidad y, aunque no se llegó en él a ningún acuerdo sustancial, marcó el principio del deshielo. 

Semanas más tarde, el 15 de agosto, Botha, enfermo del corazón, cedía la Presidencia del país a quien ya venía encabezando el NP desde el mes de febrero, Frederik de Klerk. La subida al poder de de Klerk, un afrikáner conservador de pura cepa pero con una mentalidad mucho más abierta y pragmática que sus predecesores, supuso para Sudáfrica el comienzo de una era de reformas que terminó liquidando el apartheid. 

El 13 de diciembre de 1989 Mandela celebró con de Klerk el primero de tres encuentros preliminares para tratar su liberación, la cual tuvo lugar, rodeada de una enorme expectación mundial, el 11 de febrero de 1990. 

La histórica jornada aconteció nueve días después de recobrar el ANC la legalidad, a la par que el PAC, el SACP y el COSATU, tal como habían acordado las partes. Tras pasarse casi 28 años en prisión y desechar varias ofertas de libertad condicionada, Mandela, que se mostró sonriente y triunfal de la mano de Winnie, había conseguido la rehabilitación política para su causa, pero también una victoria personal. 

En Ciudad del Cabo, el excarcelado se dirigió a la multitud de esta manera: "Estoy ante vosotros no como un profeta sino como vuestro humilde servidor, pueblo. Vuestros infatigables y heroicos sacrificios han hecho posible que yo esté aquí hoy. Por lo tanto, dejo los restantes años de mi vida en vuestras manos (…) Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos permitir que el miedo se interponga en nuestro camino. El sufragio universal basado en un único padrón electoral en una Sudáfrica unida, democrática y no racista es el único camino hacia la paz y la armonía racial". 

En sus primeras declaraciones, tanto a la prensa como a la muchedumbre que le acogió en el estadio de Soweto, el líder congresista prodigó los mensajes de moderación y de cooperación con la compleja empresa política emprendida por de Klerk. Los llamamientos de Mandela no hallaron un eco uniforme en el campo negro nacionalista; así, los extremistas de izquierda del PAC siguieron apostando por la vía revolucionaria y el derrocamiento del poder blanco por la fuerza, por más que los hechos habían demostrado hasta la saciedad lo utópico de esa pretensión. 

Desde la derecha negra, Mandela también fue cuestionado. El 25 de febrero en Durban, en respuesta a las violencias desatadas en Natal por los zulúes del Partido Inkatha de la Libertad (IFP), el dirigente elevó un memorable llamamiento a la paz con estas palabras: "Esta lucha entre nosotros dilapida nuestra energía y destruye nuestra unidad. Tomad vuestras pistolas, vuestros cuchillos y vuestros machetes, y arrojadlos al mar. Cerrad las fábricas de la muerte. Acabad con esta guerra ahora". 

El 3 de marzo el partido elevó a Mandela a su antigua posición de vicepresidente ejecutivo, ocupada por última vez por Tambo en 1969 y que en las actuales circunstancias, con Tambo enfermo y hospitalizado en Suecia, convertía a su titular en el jefe de facto del partido. A finales de abril, el primer grupo de líderes congresistas y comunistas, formado por Alfred Nzo, 
Thabo Mbeki, Joe Modise, Joe Slovo (de raza blanca) y Ruth Mompati, regresó del exilio zambiano para reunirse con Mandela e integrar con él la delegación conjunta del ANC y el SACP en el primer cara a cara oficial con de Klerk y sus ministros. 

Weismann, August : Naturalista alemán

Wedekind, Frank  :  Dramaturgo alemán (1864-1918). En sus obras ataca a la sociedad burguesa, centrándose en el problema sexual. Despertar de primavera, La caja de Pandora

Wegener, Alfred  :  Geofísico alemán (1880-1930), autor de la célebre teoría de la deriva de los continentes, según la cual los continentes actuales estaban unidos en un principio formando una única zona emergida (Pangea) en equilibrio isostático sobre rocas basálticas situadas debajo

Weil, Simone  :  Escritora francés de ascendencia judía (1909-1943). Profesora de filosofía, abandonó tal actividad ingresando como obrera en una fábrica. Mística por temperamento, creyó en una Gracia capaz de transfigurar la miseria del mundo. La gravedad y la Gracia, La condición obrera

Weill, Kurt  :  Compositor alemán (1900-1950). Pasó, dentro del expresionismo, de la línea culta a un popularismo de gran calidad. Colaboró con Brecht (La ópera de perra gorda, Grandeza y decadencia de la ciudad de Mahagonny). Vivió exiliado (1933)


Weismann, August  :  Naturalista alemán (1834-1914), máximo representante del neodarwinismo (darwinismo). Impugnó el lamarquismo y, para explicar la transmisión de los caracteres hereditarios, distinguió en todos los organismos un plasma nutritivo y un plasma germinal

Nelson Mandela Parte 6




2.2. Tortuosas negociaciones con el Gobierno de Klerk y brotes de violencia sectaria
La ronda inicial de negociaciones ANC-Gobierno produjo, el 6 de agosto de 1990, la llamada Acta de Pretoria, por la que el ANC aceptaba "suspender con efecto inmediato" todas las acciones armadas del MK, mientras que el Gobierno se comprometía a levantar las últimas restricciones a las actividades políticas al amparo de la Ley de Seguridad Interna (es decir, la Ley de Supresión del Comunismo) y a acelerar la liberación de los presos políticos. Desde el 7 de junio, el estado de emergencia ya no regía en el país, salvo en la provincia de Natal. 

Mediante éste y otros solemnes compromisos, Mandela renunció efectivamente a la lucha armada, a la que en el discurso pronunciado el día de su liberación había definido como una "acción puramente defensiva frente a la violencia del apartheid". 

En los meses siguientes, Mandela realizó una serie de viajes por todo el mundo para advertir a los gobiernos anfitriones contra un prematuro levantamiento de las sanciones internacionales a Sudáfrica, en tanto el Gobierno nacionalista no adoptara reformas decisivas y las fuerzas de seguridad siguieran cometiendo abusos. 

En julio de 1991 Mandela fue elegido presidente ejecutivo del ANC, reunido en Durban en su primera conferencia anual en suelo patrio desde 1959 -y que marcaba la número 48 en la historia de la organización-, en sustitución de Tambo, el cual fue honrado con el nuevo cargo, más bien ceremonial, de presidente nacional, que el achacoso dirigente iba a ostentar hasta su fallecimiento en 1993. Para la Secretaría General el escogido fue el sindicalista Cyril Ramaphosa, brillante exponente de la nueva generación de dirigentes, quién tomó el relevo al veterano Nzo. En cuanto al viejo compañero de luchas y fatigas de Mandela, Sisulu, fue aupado al puesto de vicepresidente para que dispensara consejo y arbitraje. 

La Conferencia de Durban revistió un carácter histórico también porque los congresistas aprobaron reorganizarse como un partido político propiamente dicho, dejando atrás las connotaciones revolucionarias propias de los movimientos de liberación y confiando en la línea posibilista que propugnaban Mandela y su trío de lugartenientes con más peso político y mejores dotes para la organización y la interlocución, a saber, Ramaphosa, Mbeki y Chris Hani, tratándose este último del secretario general del SACP y, hasta el año anterior, del jefe del Estado Mayor del MK. Todos los observadores coincidían en señalar que el sucesor de Mandela sería sin duda uno de estos tres hombres, aunque algunos indicaron que el que más le gustaba a él era Ramaphosa. 

Antes de terminar 1991, el Gobierno de Klerk, en una espectacular demostración de solvencia, desmanteló el entramado jurídico del apartheid disponiendo la caducidad o la derogación de la Ley de Separación en Lugares Públicos (1953), la Ley de Supresión del Comunismo (1950), la Ley Antiterrorista (1950), la Ley de Registro de la Población (1950), que clasificaba a los sudafricanos según su raza, la Ley de Áreas Grupales (1950), que asignaba a los grupos raciales diferentes zonas residenciales en las ciudades, y la más antigua de todas, la Ley de Tierras de Nativos (1913), que limitaba drásticamente las tierras que la mayoría negra podía poseer. 

El 14 de septiembre de 1991 26 organizaciones y partidos firmaron un Acuerdo Nacional de Paz, por el que se comprometían a promover "la paz, la armonía y la prosperidad" en el período de tránsito a la promulgación de una nueva Constitución democrática y la celebración de elecciones pluralistas. El 17 de marzo de 1992, un referéndum, última consulta "sólo para blancos", aprobó con el 68,7% de los votos el proceso de reformas iniciado por de Klerk. 

La transición a la democracia multirracial en Sudáfrica parecía no tener marcha atrás y Mandela expresó esta confianza en innumerables ocasiones. Sin embargo, el proceso estuvo a punto de descarrilar varias veces a lo largo de 1992 y 1993. El 10 de abril del segundo año, el asesinato de Hani a las puertas de su casa por un ultraderechista blanco puso a prueba el temple de los congresistas y la confianza de la inmensa mayoría de la población negra en los incansables llamamientos del presidente del ANC a la paz y la reconciliación. 

La tensión política fue atizada constantemente por los sangrientos enfrentamientos armados en el bantustán de KwaZulu, en Natal, que dejaron muchos cientos de muertos, entre xhosas, mayoritariamente identificados con el ANC, y los zulúes conservadores del IFP. Este tenía como líder al jefe tribal y primer ministro del bantustán, Mangosuthu Buthelezi, un caudillo tradicional que desconfiaba profundamente de la futura hegemonía política del congresismo de izquierdas. Por si fuera poco, elementos marginales de la extrema derecha afrikáner intentaron sabotear lo ineluctable mediante provocaciones terroristas. 

Los respectivos compromisos adquiridos por Mandela y de Klerk salvaron la delicada transición, pese a los recelos y las acusaciones mutuas. El líder negro denunció reiteradamente que las fuerzas de seguridad seguían perpetrando tropelías como en los peores tiempos del apartheid y censuró la intención del NP de otorgar a la minoría blanca algún tipo de veto en un futuro Gobierno de mayoría negra. 

En junio de 1992, el asesinato de 46 personas por miembros del IFP en Boipatong, Transvaal, enfureció a Mandela, que acusó al Gobierno nacionalista de tener una complicidad en la masacre (sin embargo, investigaciones posteriores sacaron en claro que las fuerzas de seguridad no habían tenido nada que ver en la atrocidad) y suspendió la participación del ANC en las negociaciones políticas. Meses después, en septiembre de 1992, la matanza de 28 simpatizantes del ANC por la Policía de Ciskei –donde el dictadorzuelo negro local, el general Oupa Gqozo, hacía frente a una revuelta popular inflamada por los congresistas- aconsejó a Mandela reanudar las negociaciones con de Klerk para impedir nuevas efusiones de violencia. 

Mandela tuvo también que poner orden en sus propias filas, donde las actitudes extremistas seguían teniendo fuerza. En esta tesitura se enmarcó el anuncio de su separación, el 13 de abril de 1992, de Winnie, miembro del NEC desde 1991, debido a que las "tensiones aparecidas en los últimos meses por diversas cuestiones" habían hecho la ruptura matrimonial "inevitable". 

Condenada en mayo de 1991 a seis años de prisión por el rapto en diciembre de 1988 de cuatro jóvenes y el asesinato de uno ellos a manos de sus guardaespaldas, reclutados entre los miembros del Club de Fútbol United Mandela, en su propia vivienda, Winnie apeló la sentencia y en junio de 1993, meses antes de convertirse en presidenta de la Liga de Mujeres del partido (ANCWL), consiguió la suspensión de la pena a cambio de una multa. 

Para Mandela, su esposa desde hacía 34 años, la persona que le había tomado de la mano tras cruzar la puerta de la prisión Victor Verster en 1990, había terminado por convertirse en un lastre para el éxito de su trascendental empresa política a causa de su excesiva identificación con el populismo radical y su retórica violenta, que tenían mucho gancho entre los habitantes de los townships negros. 

El extremismo declarativo de Winnie incluía la justificación, incompatible con el discurso cuasi gubernamental del futuro presidente negro de Sudáfrica, del horrible método de ajusticiamiento, mitad ejecución sumaria y mitad linchamiento, consistente en la colocación de un neumático bañado en gasolina alrededor del cuerpo de la víctima al que luego se prendía fuego. El siniestro necklacing era aplicado frecuentemente por las bases del ANC a delincuentes comunes y, sobre todo, a personas consideradas colaboracionistas y traidoras a la causa. El influjo de Mandela fue también determinante en la decisión del PAC, en enero de 1994, de poner fin a la lucha armada. 

Mandela y de Klerk consensuaron los mecanismos e instituciones del período de transición, así como los términos de la Constitución provisional, los pormenores de las futuras elecciones pluralistas y las características del Gobierno de coalición que debía emanar de aquellas. Las discusiones se desarrollaron en los marcos de la Convención por la Democracia en Sudáfrica (CODESA, I y II) y, tras el colapso de la anterior, del más plural Foro de Negociaciones Multipartitas (informalmente llamado CODESA III), que emprendió sus deliberaciones en abril de 1993. 

El 15 de octubre de ese año, la concesión por el Comité de Oslo del Premio Nobel de la Paz de 1993 a las dos máximas figuras de la política sudafricana sirvió para reafirmar en los galardonados la voluntad de continuar con el proceso hasta el final. Mandela aceptó y recogió el Nobel, el 10 de diciembre en la capital noruega, en nombre de todos los sudafricanos que se sacrificaron y sufrieron para traer la paz a su país. También tuvo palabras de recuerdo para 
Aung San Suu Kyi, la líder de la resistencia democrática a la dictadura militar en Birmania, quien había recibido el Nobel de la Paz en 1991 estando prisionera. 2.2. Tortuosas negociaciones con el Gobierno de Klerk y brotes de violencia sectaria
La ronda inicial de negociaciones ANC-Gobierno produjo, el 6 de agosto de 1990, la llamada Acta de Pretoria, por la que el ANC aceptaba "suspender con efecto inmediato" todas las acciones armadas del MK, mientras que el Gobierno se comprometía a levantar las últimas restricciones a las actividades políticas al amparo de la Ley de Seguridad Interna (es decir, la Ley de Supresión del Comunismo) y a acelerar la liberación de los presos políticos. Desde el 7 de junio, el estado de emergencia ya no regía en el país, salvo en la provincia de Natal. 

Mediante éste y otros solemnes compromisos, Mandela renunció efectivamente a la lucha armada, a la que en el discurso pronunciado el día de su liberación había definido como una "acción puramente defensiva frente a la violencia del apartheid". 

En los meses siguientes, Mandela realizó una serie de viajes por todo el mundo para advertir a los gobiernos anfitriones contra un prematuro levantamiento de las sanciones internacionales a Sudáfrica, en tanto el Gobierno nacionalista no adoptara reformas decisivas y las fuerzas de seguridad siguieran cometiendo abusos. 

En julio de 1991 Mandela fue elegido presidente ejecutivo del ANC, reunido en Durban en su primera conferencia anual en suelo patrio desde 1959 -y que marcaba la número 48 en la historia de la organización-, en sustitución de Tambo, el cual fue honrado con el nuevo cargo, más bien ceremonial, de presidente nacional, que el achacoso dirigente iba a ostentar hasta su fallecimiento en 1993. Para la Secretaría General el escogido fue el sindicalista Cyril Ramaphosa, brillante exponente de la nueva generación de dirigentes, quién tomó el relevo al veterano Nzo. En cuanto al viejo compañero de luchas y fatigas de Mandela, Sisulu, fue aupado al puesto de vicepresidente para que dispensara consejo y arbitraje. 

La Conferencia de Durban revistió un carácter histórico también porque los congresistas aprobaron reorganizarse como un partido político propiamente dicho, dejando atrás las connotaciones revolucionarias propias de los movimientos de liberación y confiando en la línea posibilista que propugnaban Mandela y su trío de lugartenientes con más peso político y mejores dotes para la organización y la interlocución, a saber, Ramaphosa, Mbeki y Chris Hani, tratándose este último del secretario general del SACP y, hasta el año anterior, del jefe del Estado Mayor del MK. Todos los observadores coincidían en señalar que el sucesor de Mandela sería sin duda uno de estos tres hombres, aunque algunos indicaron que el que más le gustaba a él era Ramaphosa. 

Antes de terminar 1991, el Gobierno de Klerk, en una espectacular demostración de solvencia, desmanteló el entramado jurídico del apartheid disponiendo la caducidad o la derogación de la Ley de Separación en Lugares Públicos (1953), la Ley de Supresión del Comunismo (1950), la Ley Antiterrorista (1950), la Ley de Registro de la Población (1950), que clasificaba a los sudafricanos según su raza, la Ley de Áreas Grupales (1950), que asignaba a los grupos raciales diferentes zonas residenciales en las ciudades, y la más antigua de todas, la Ley de Tierras de Nativos (1913), que limitaba drásticamente las tierras que la mayoría negra podía poseer. 

El 14 de septiembre de 1991 26 organizaciones y partidos firmaron un Acuerdo Nacional de Paz, por el que se comprometían a promover "la paz, la armonía y la prosperidad" en el período de tránsito a la promulgación de una nueva Constitución democrática y la celebración de elecciones pluralistas. El 17 de marzo de 1992, un referéndum, última consulta "sólo para blancos", aprobó con el 68,7% de los votos el proceso de reformas iniciado por de Klerk. 

La transición a la democracia multirracial en Sudáfrica parecía no tener marcha atrás y Mandela expresó esta confianza en innumerables ocasiones. Sin embargo, el proceso estuvo a punto de descarrilar varias veces a lo largo de 1992 y 1993. El 10 de abril del segundo año, el asesinato de Hani a las puertas de su casa por un ultraderechista blanco puso a prueba el temple de los congresistas y la confianza de la inmensa mayoría de la población negra en los incansables llamamientos del presidente del ANC a la paz y la reconciliación. 

La tensión política fue atizada constantemente por los sangrientos enfrentamientos armados en el bantustán de KwaZulu, en Natal, que dejaron muchos cientos de muertos, entre xhosas, mayoritariamente identificados con el ANC, y los zulúes conservadores del IFP. Este tenía como líder al jefe tribal y primer ministro del bantustán, Mangosuthu Buthelezi, un caudillo tradicional que desconfiaba profundamente de la futura hegemonía política del congresismo de izquierdas. Por si fuera poco, elementos marginales de la extrema derecha afrikáner intentaron sabotear lo ineluctable mediante provocaciones terroristas. 

Los respectivos compromisos adquiridos por Mandela y de Klerk salvaron la delicada transición, pese a los recelos y las acusaciones mutuas. El líder negro denunció reiteradamente que las fuerzas de seguridad seguían perpetrando tropelías como en los peores tiempos del apartheid y censuró la intención del NP de otorgar a la minoría blanca algún tipo de veto en un futuro Gobierno de mayoría negra. 

En junio de 1992, el asesinato de 46 personas por miembros del IFP en Boipatong, Transvaal, enfureció a Mandela, que acusó al Gobierno nacionalista de tener una complicidad en la masacre (sin embargo, investigaciones posteriores sacaron en claro que las fuerzas de seguridad no habían tenido nada que ver en la atrocidad) y suspendió la participación del ANC en las negociaciones políticas. Meses después, en septiembre de 1992, la matanza de 28 simpatizantes del ANC por la Policía de Ciskei –donde el dictadorzuelo negro local, el general Oupa Gqozo, hacía frente a una revuelta popular inflamada por los congresistas- aconsejó a Mandela reanudar las negociaciones con de Klerk para impedir nuevas efusiones de violencia. 

Mandela tuvo también que poner orden en sus propias filas, donde las actitudes extremistas seguían teniendo fuerza. En esta tesitura se enmarcó el anuncio de su separación, el 13 de abril de 1992, de Winnie, miembro del NEC desde 1991, debido a que las "tensiones aparecidas en los últimos meses por diversas cuestiones" habían hecho la ruptura matrimonial "inevitable". 

Condenada en mayo de 1991 a seis años de prisión por el rapto en diciembre de 1988 de cuatro jóvenes y el asesinato de uno ellos a manos de sus guardaespaldas, reclutados entre los miembros del Club de Fútbol United Mandela, en su propia vivienda, Winnie apeló la sentencia y en junio de 1993, meses antes de convertirse en presidenta de la Liga de Mujeres del partido (ANCWL), consiguió la suspensión de la pena a cambio de una multa. 

Para Mandela, su esposa desde hacía 34 años, la persona que le había tomado de la mano tras cruzar la puerta de la prisión Victor Verster en 1990, había terminado por convertirse en un lastre para el éxito de su trascendental empresa política a causa de su excesiva identificación con el populismo radical y su retórica violenta, que tenían mucho gancho entre los habitantes de los townships negros. 

El extremismo declarativo de Winnie incluía la justificación, incompatible con el discurso cuasi gubernamental del futuro presidente negro de Sudáfrica, del horrible método de ajusticiamiento, mitad ejecución sumaria y mitad linchamiento, consistente en la colocación de un neumático bañado en gasolina alrededor del cuerpo de la víctima al que luego se prendía fuego. El siniestro necklacing era aplicado frecuentemente por las bases del ANC a delincuentes comunes y, sobre todo, a personas consideradas colaboracionistas y traidoras a la causa. El influjo de Mandela fue también determinante en la decisión del PAC, en enero de 1994, de poner fin a la lucha armada. 

Mandela y de Klerk consensuaron los mecanismos e instituciones del período de transición, así como los términos de la Constitución provisional, los pormenores de las futuras elecciones pluralistas y las características del Gobierno de coalición que debía emanar de aquellas. Las discusiones se desarrollaron en los marcos de la Convención por la Democracia en Sudáfrica (CODESA, I y II) y, tras el colapso de la anterior, del más plural Foro de Negociaciones Multipartitas (informalmente llamado CODESA III), que emprendió sus deliberaciones en abril de 1993. 

El 15 de octubre de ese año, la concesión por el Comité de Oslo del Premio Nobel de la Paz de 1993 a las dos máximas figuras de la política sudafricana sirvió para reafirmar en los galardonados la voluntad de continuar con el proceso hasta el final. Mandela aceptó y recogió el Nobel, el 10 de diciembre en la capital noruega, en nombre de todos los sudafricanos que se sacrificaron y sufrieron para traer la paz a su país. También tuvo palabras de recuerdo para 
Aung San Suu Kyi, la líder de la resistencia democrática a la dictadura militar en Birmania, quien había recibido el Nobel de la Paz en 1991 estando prisionera. 

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